Franz Ferdinand
Fecha: 9 de octubre de 2018
Lugar: Teatro Caupolicán
Productora: Lotus
Fotógrafo: Kena Luppichini
Periodista: Samuel Fuentes
La noche del pasado martes, el Teatro Caupolicán se volvió uno de los lugares más aptos para evitar el frío santiaguino gracias al retorno de Franz Ferdinand.
El grupo comandado por Alex Kapranos llegó para presentar su último trabajo, “Always Ascending”, pero finalmente el show fue mucho más que eso, convirtiéndose probablemente en uno de los shows más aplaudidos del año.
A pesar del arrastre que tiene la banda en nuestro país, algo reflejado en sus pasos por el Festival de Viña o Lollapalooza, la agrupación se apropió del escenario como si fuese la primera vez en Chile y tuviesen que demostrar quienes son. Desde el momento en el que pusieron un pie en el escenario, el quinteto tiró todo su arsenal sin dar una sola pausa.
Usualmente las canciones nuevas no son las que más pegan en los conciertos, pero este no fue el caso. Desde la apertura con «Glimpse of Love», los escoceses fueron intercalando temas de esta última producción con otras más conocidas y sus clásicos radiales.
Esta técnica no siempre funciona bien, con varios grupos cayendo en lagunas o momentos de baja participación del público, pero Franz Ferdinand tiene un oficio que no muchas bandas logran incorporar en su totalidad: Desde Kapranos hasta Bob Hardy (el bajista y quizá el más discreto de todos sobre el escenario) sabían el libreto a interpretar.
La fórmula fue simple, pero efectiva: Dejar que los clásicos, como «Do You Want To» o «The Dark of the Matinée» hicieran su trabajo, mientras que los temas nuevos (casi un tercio del total) incluían más juegos y participación con el público. No se vio forzado, sino que totalmente natural, quizá con motivo del carisma innato de su vocalista.
¿Puntos altos? Muchos, varios de los cuales fueron movimientos arriesgados. “Walk Away” fácilmente podría haber servido para terminar el concierto, pero fue recién el quinto tema. Lo mismo con el dúo de «Michael» y «Take Me Out», pero su nuevo disco se supo acoplar a todo y pasar como temas regulares de su setlist, haciendo que cada canción fuese acompañada de una forma diferente al mismo tiempo que mantenía una alta intensidad. Si el público no respondía con gritos, era con aplausos o con las luces de los celulares como en “Slow Don’t Kill Me Slow”.
Con un sonido propio, pero pasando por una interesante evolución en el tiempo, Franz Ferdinand realizó una presentación sólida que no abusó de ningún recurso fácil. En solo una hora y media de show, tiempo que pasó volando, los europeos demostraron que suenan tan frescos como hace doce años en su debut en Chile.
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