Primavera Sound, segundo día: La lluvia marcó la jornada


El segundo día de Primavera Sound traía otro desafío. Si bien el día anterior funcionó todo de buena forma, no era ni de cerca la cantidad de público que se esperaba para la jornada siguiente y se notó. Todavía existieron algunas descoordinaciones en el ingreso, con filas que se extendían en los ingresos mientras otros accesos estaban libres.

De todas formas, lo más notorio fue la salida. Se había anunciado un plan en conjunto con el Metro de Santiago y Red, el sistema que maneja el funcionamiento de la locomoción colectiva, pero claramente no funcionó. Los buses de refuerzo se podían contar con los dedos de una mano y el Metro ya estaba con sus rejas cerradas mucho antes de la hora prevista.

Que sea solamente un acceso/salida puede ser más conveniente por un tema de orden, pero que la demora para salir del recinto sea de más de media hora quiere decir que también hay otras cosas que evaluar. Ese era el tiempo que tomaba ir desde el escenario Primavera hasta la estación Cerrillos.

Eran cientos de personas en Av. Pedro Aguirre Cerda que no podían moverse a ningún sitio, tanto por la falta de micros como lo lleno que estaba de autos particulares que, claramente, no siguieron las recomendaciones. Allí fueron algunas micros pirata las que ayudaron a descongestionar, ya que las aplicaciones para buscar vehículo tampoco funcionaron.

Afortunadamente la lluvia no tuvo una gran influencia en este pequeño caos, sino que solo dentro del Parque durante los shows, pero ese es otro tema.

Chai: mucho de todo

Chai era uno de los nombres que más interrogantes generó al comienzo del sábado. Si bien ya se habían presentado el día anterior, era ante mucho menos público que la nublada tarde del día siguiente. La curiosidad atrajo a muchas personas, quienes se llevaron una gran y ruidosa sorpresa.

El cuarteto entró enmascarado, usando predominantemente el rosado. Eso último junto a sus voces podía hacer pensar que se trataría de un show kawaii, pero fue mucho más que eso. Esto se notaba en la división que rápidamente se notó en sus roles: Mana como líder y Kana siguiéndola en el show, con Yuuki y Yuna más preocupadas de la parte instrumental.

De todas formas, eso último sería simplificar lo que las japonesas hacen sobre el escenario. Allí presentan una mezcla de muchas cosas: j-pop clásico, japanoise de guitarras, música electrónica hasta con mezclas de las Spice Girls, city pop, rock imitando los gritos de «Immigrant Song» y muchísimo teatro. La mirada no se queda quieta ante un grupo que ocupa inteligentemente todo el escenario, usando las pausas para impulsar el branding con gritos de «we are Chai». Claramente ese nombre no se olvidará rápido.

Más allá del poco uso del inglés, estábamos frente a un grupo que no tenía muchas herramientas para comunicarse con el público más allá que lo musical y lo que se podía demostrar con gestos, pero fue más que suficiente. El ánimo de las personas presentes estaba lo suficientemente bueno para seguirles el juego en todo y ellas lo agradecieron.

La llegada de Chai a Chile está muy en sintonía con lo que un festival como Primavera Sound busca: mezclar trayectoria, artistas nuevos y música de lugares que no siempre tienen cabida en grandes festivales. Fue una gran decisión. Sin tener ningún gran hit conocido, no tuvo puntos bajos. Una apuesta que funcionó.

Japanese Breakfast: Suavidad y contundencia

Primavera Sound trajo a nuestro país a uno de los números de indie pop más importantes de la actualidad: Japanese Breakfast. La banda, encabezada por Michelle Zauner, trajo su formación extendida para presentar el amplio rango musical que tienen, quizá una de sus características más aplaudidas.

Si bien es una banda, Zauner es quien se lleva gran parte de las miradas. Su carisma es innegable, moviéndose constantemente con una tímida sonrisa en el rostro, provocando desde gritos hasta suspiros. Y eso ocurrió desde el primer momento, cuando apareció sobre la tarima con un mazo para golpear un gong en «Paprika».

Lo que se presenta se engloba como indie pop, pero tiene mucho más que eso. Sus acompañantes tienen varios guiños a la música americana y al folk, entregándole mucho más espacio para experimentar con sonidos que acompañen una melodiosa voz. Con «Kokomo, IN» hasta tuvimos ciertos tintes de un jangle pop muy cálido y bien hecho.

Por mucha juventud que se exprese sobre el escenario, todo es producto de un trabajo de gran madurez. Coordinar seis músicos sobre el escenario, los que van desde violín hasta piano, no es fácil. Mucho menos lo es presentar un pop que justifique tal uso de instrumentos, ya que ninguno se sintió fuera de lugar ni se perdía bajo otros sonidos.

Dentro de su set incluyó «Boyish», de su anterior banda Little Big League, además de «Glider» del videojuego Sable, «Slide Tackle» con algunos sonidos en vivo que le añadieron ingredientes de la música disco y otros temas ya conocidos, una elección clásica de lo que se muestra en un festival con tiempo acotado.

Fueron doce canciones que mostraron gran parte de los elementos que la han posicionado dentro de las voces más llamativas de la actualidad. No por su suavidad fue menos impactante, sino que dejó con ganas de más.

Interpol: Más de lo mismo

En el año 2008, Interpol apareció en el escenario del Teatro Caupolicán debutando en el país. En aquel tiempo todavía eran un cuarteto y tenían recién lanzado Our Love to Admire. Ahora, casi quince años después, el panorama es bastante diferente.

Partamos con que ahora no son cuatro, sino que tres, pero en vivo son cinco. Algo enredado, tal como lo fue el intentar hacer encajar a Brandon Curtis -su tecladista- con algunas canciones o que Brad Truax -bajista- se encuentre en la misma sintonía del resto. La separación entre los tres originales y los dos de acompañamiento se puede notar hasta con una línea imaginaria sobre el escenario.

Si bien intentaron instalar inmediatamente su atmósfera al abrir con «Untitled», esto se perdió rápidamente con «Tomi», uno de los singles de su último trabajo The Other Side of Make-Believe. Al igual que Marouder, este trabajo no ha sido el de mejor recepción de sus publicaciones. Eso no es tanto problema con canciones nuevas en vivo, pero cuando afectan al resto ya hay un asunto que atender.

Lo siguiente fue similar: levantar al público con el clásico «Evil», bajarlo rápido con «Fables». Después vino un paso más largo de canciones antiguas, pero que también se sintieron como tales. «C’mere» y «Narc» no tuvieron el mismo sabor de otras oportunidades, ¿habrá sido que es la primera vez que tocan en Chile todavía con luz solar? El rock de sus inicios no ha cuajado de gran forma con la imagen oscura y misteriosa que han cultivado en la última década.

Una que antes había generado saltos y gritos, como es «All the Rage Back Home», en esta oportunidad sonó algo apagada. Ni siquiera el cierre con «PDA» y «Slow Hands» pudieron revivir un show que fue correcto, pero no brillante.

En su sexta aparición sobre escenarios nacionales fue cuando Interpol sonó más inmaduro. O cansados. De la forma que sea, fueron pocos los gritos pidiendo otra canción más cuando anunciaron su despedida. Gracias, Paul Banks, pero hay que revisar la fórmula.

Lorde: Brillante

La neozelandesa Lorde no tenía una fácil misión. A pesar de ser uno de los shows más esperados de la jornada, la lluvia que empezó a caer junto con el comienzo de su presentación abrió una gran incógnita: ¿aguantará el público? Hasta ella misma lo comentó en algún momento, que si estuviese en la posición de público se habría ido. Aquí es donde brilla la frase hecha de que el público chileno es diferente. Al menos aquí lo fue.

Lo visual rápidamente llamó la atención, con una escalera móvil al centro del escenario donde se paseaba ella y varios de sus músicos. Soles de colores la acompañaban en la pantalla del fondo, a tono con una vestimenta que en un día normal de primavera encajaría genial, pero que la puso a prueba para aguantar toda la lluvia y viento que se presentó. En aquello salió con calificación sobresaliente, incomparable su profesionalismo. Quizá en una oportunidad dio a entender el frío que sentía en las manos, aparte de eso nada.

Sus primeras tres canciones vinieron de sus tres discos. Con más de una hora por delante, lo que quería era presentar lo mejor de cada uno de ellos y no solo una mera promoción de Solar Power, su última producción. De hecho, la proporción de canciones por álbum estuvo bastante pareja.

Esto último también va de la mano de la calidad de aquellas tres publicaciones. Incluso recordó lo joven que era al escribir algunas de esas canciones, periodo también donde visitó nuestro país por primera vez. Es imposible no notar la increíble evolución que ha tenido en estos casi diez años entre aquel debut y este festival. Su confianza sobre el escenario abarca todos los ámbitos y se transmite a todo lo que hace.

«Ribs», «The Louvre» y «Liability» fueron algunas de las que se escucharon prácticamente en todo el Parque, a partes iguales entre la voz de Lorde por los parlantes y las de las personas que estuvieron siempre ahí, aguantando la dura lluvia que en algún momento se sintió. Los relámpagos que cayeron le añadían dramatismo a una presentación que estuvo a un altísimo nivel en todos los sentidos.

Más de alguna vez dijo que sentía a Chile como su hogar. Es difícil no creerlo después de ver la entrega que hubo desde el público, de todas las edades, que no quiso perder la oportunidad de ver a una de las artistas más importantes de su generación. El agradecimiento fue mutuo, de esas presentaciones que tienen detalles que las hacen únicas e inolvidables. Lo de Lorde quedará en el top de los shows de este año, fácilmente.

Arca: Indescifrable, imprevisible, inolvidable

Otro de los debuts que llegaron a Chile de la mano de Primavera Sound era de una artista de nuestro subcontinente, pero que desarrolló su carrera musical lejos de estas tierras: Arca. Y vaya que debut.

Un minuto después de las 23:00 los gritos ya tomaron más fuerza. La gente sabía que este festival tenía la medianoche como hora límite y no querían perder ni un solo segundo del show que la venezolana tenía preparado. La lluvia ya había quedado atrás y el cielo se despejó un poco, pero la ropa se mantenía mojada. Se necesitaba movimiento para no sentir tanto frío.

Hasta que salió. Vestida completamente de negro, luciendo su largo y liso pelo, apareció sobre el escenario ante gritos y aplausos. Se paró detrás de la mesa que tenía con sus herramientas y manos a la obra. Una explosión. En un comienzo puede parecer caos, un estallido súper primitivo de emociones, pero no lo es. Lo de Arca está completamente planeado en su cabeza. Sabe qué reacciones quiere conseguir y la forma de encontrarlas.

Arca solo lo quiere pasar bien. Las personas que están en el público la aman y ella les ama de vuelta. Eso sí, tal como la artista sabía qué quería encontrar, no espero que fuese de esa magnitud. «Me comieron viva», incluso comentó en su momento. El público retroalimentó una presentación que ya estaba cargada de energía, bajos y gráficas que de extraña forma son capaces de sumar mucho a lo que pone en nuestros oídos.

Baila, canta, se mueve, sonríe, bromea… prácticamente hace lo que quiere. Y el resto compra todo, imposible no caer bajo su carisma. Sabe qué decir y en qué códigos expresarlo, ningún paso en falso, todo mientras grita y mezcla en vivo.

Fue baile desde el comienzo hasta el triste final, anticipado cuando la producción le anunció que solo le quedaban cinco minutos. Fuese planeado o no, esos cinco minutos finales realmente tuvieron una entrega total. El frío ya no existía, solo hambre de más y más. Pero no se pudo. Fue casi una hora, pero se sintió como cinco minutos. Logró su magia.