Por algún motivo desconocido, el math-rock tiene muchos seguidores en el país. Principalmente vemos exponentes europeos o norteamericanos, con uno que otro asiático llegando de vez en cuando a presentar aquellas canciones con composiciones complejas y saltos de ritmo no tradicionales. En ese último grupo entra Elephant Gym, banda que representa a Taiwan dentro de un mundo donde lo instrumental es lo principal y lo vocal pasa a segundo plano.
Antes de llegar a aquello, tuvimos la oportunidad de apreciar a uno de los exponentes del primo cercano del math-rock: el post-rock de Tortuganónima. Conocidos de prácticamente todos los asistentes, en una noche que contó con una venta total, desplegaron toda su música en canciones como «Aleph» y la querida «Joseph K» de Imago (2019) junto a otras como «Rapidito», de las más recientes del repertorio.
Fue un puñado de canciones bien elegidas, apropiadas para el mood en la espera del trío taiwanés en el Club Chocolate. A diferencia de otras jornadas, casi todo el público llegó para verlos. El cuarteto fue un deleite para quienes disfrutan de aquellos sonidos, un gran apronte para lo que sería el resto de la jornada. Ni siquiera hay que decir «aprobados»: Tortuganónima es un número seguro.
Después de salir del escenario, poco movimiento se vio más que aquel para sacar los instrumentos de los nacionales. Allí solo quedó un teclado Korg y la batería, sorprendiendo con la intromisión de los propios miembros de Elephant Gym en la preparación de sus herramientas de trabajo. Sorprendidos por la recepción desde el primer minuto, los de Taiwan ya daban señales desde aquel momento de lo que sería el show, primando el minimalismo visual y timidez.
Y así, pocos minutos después de las 21:00 hrs., aparecieron nuevamente para debutar finalmente en Chile y Sudamérica tras diez años de existencia como banda. De hecho, es esta década de vida la que se celebra en una gira que también los hará pasar por Brasil, sin otro país de la región. Es decir, lo de acá igual tenía ese algo especial de la primera vez, de ese encuentro con lo desconocido, tanto de ida como de vuelta.
Pero nosotros los conocíamos más. Los primeros sonidos de «Frog» ya fueron bien recibidos por el público, expectantes ante lo que la banda podía ofrecer en vivo. Con un escenario dividido en tres, Tell Chang en la guitarra se ubicó a la izquierda de los presentes, Chia‑Chin Tu con su batería a la derecha y KT Chang en el bajo al centro de todo. Así, con un par de metros entre ellos, empezaron a inundar el recinto de Ernesto Pinto Lagarrigue con sus composiciones.
Ya con «Games» estábamos rendidos. Lo de Elephant Gym fue un golpe increíble, la demostración que la versión en vivo de esta música se aprecia de una forma completamente diferente en vivo. El bajo de KT se sentía fuerte, con ella entrando en un estado de trance que la hacía agitar la cabeza al igual que el resto de la gente que la miraba desde abajo. Ella misma fue la protagonista de «Shadow», primera canción donde ocupó su voz y entregó una nueva dimensión dentro del arte desplegado.
Si bien se comunicaron mucho con el público en inglés, esto solo fue para mejorar todavía más el ambiente y no algo completamente necesario. Tanto con nosotros como entre ellos, Elephant Gym es una maquina que funciona a máxima capacidad sin tener que comunicarse entre sí. Más que tener una función específica en el escenario, como grupos que tienen sus hype-man, cada uno se entregaba por completo a su instrumento a su manera. Mientras KT cerraba sus ojos y se dejaba llevar, Tell los mantenía en sus dedos creando precisas y rápidas notas. Diferentes formas, mismo sentimiento.
«Feather», otra de las más conocidas, recibió una ovación que se haría costumbre al final de cada tema. Detrás de ellos, su nombre más un elefante haciendo equilibrio en una pelota era lo único que los acompañaba en la pantalla gigante. Hubo muchos detalles, pero todos eran auditivos y no visuales.
En una de sus interacciones, KT sinceró muchas cosas. Una de ellas tiene relación con la edad de todos, bromeando que sus seguidores antiguos sí o sí serían personas sobre 30. No falló. También que ser una banda traía complicaciones y riesgos difíciles de tomar, algo también real en este rubro sea del país que sea. Con este mismo carisma instó a la gente a comprar su merch oficial -spoiler: ocurrió- y también agradeció por la bienvenida.
Ya acompañados con el piano para «D» en manos de KT, Elephant Gym ya mostró otra de sus facetas con gran éxito, siendo fácilmente una de las mejores exposiciones de este tipo de música que se ha visto en el año. Esto fue acompañado por un pequeño solo de piano, con Tell incluso acomodándose en el suelo para disfrutar al igual que todo el resto. Tanto ahí sentada como con las cuatro cuerdas en sus dedos, la artista hacía ver fácil todo lo que hacía.
El mismo Tell fue el siguiente en tomar la palabra, comentando el año de hiatus que tuvo que tener la agrupación por su salida al servicio militar, dando un mensaje anti-bélico celebrando el ahora dar vueltas al mundo con su guitarra y no con un rifle. Taiwan, su país de origen, lleva mucho tiempo dentro de una posición algo incómoda en la región por su relación con China. A raíz de eso, no todos hablan de aquello. Siempre se valora ocupar la voz sobre el escenario para hablar de ese tipo de cosas. No es fácil, no es al azar.
Las palabras de Chin-Tu llegaron tras «Mirror» y «Midway». Al igual que sus compañeros, también compartió parte de su historia personal, señalando que no pensaba que aquellas clases de percusión a las que fue por su madre lo terminarían llevando de gira por el mundo. Habrá pasado una década desde su formación, pero se nota que es ahora en donde ya pueden hacer de esto su trabajo de tiempo completo y poder llevarlo a diversas regiones.
De todas formas, también dijeron que el trabajo lo hace poca gente: solo viajan con un ingeniero de sonido y su mánager. Tell lleva las cuentas, KT las redes sociales y Chin-Tu el diseño. Es decir, prácticamente hacen todo y no por avaricia, sino por el amor a lo que crean.
Comentario para «Finger», una de las primeras canciones grabadas por el trío, con la que también se puede notar la evolución que han tenido desde sus años estudiantiles hasta su último World (2023). Fue rara esa mezcla de primera vez, celebración de diez años, canciones que «son antiguas» pero que suenan a nuevas y más. Afortunadamente la buena música encuentra la forma de llegar.
La interacción con el público fue tan estrecha que hasta nos permitieron decidir entre la versión japonesa o en mandarín de «Moonset», con esta última siendo la que finalmente fue interpretada por KT. Comentario, además, para su interpretación del bajo en donde mezcló pulsaciones muy finas hasta rápidos slaps.
También fue sorpresa la inclusión de «Happy Prince», apareciendo por primera vez dentro de su gira, lo que se tomó como otro regalo por una recepción que creo no imaginaron ni en la mejor de sus conversaciones. Y es que fue una noche de sorpresas, incluyendo la aparición aplaudida por todos de la bola disco que cuelga del centro del Club Chocolate, el que también aportó en el aspecto jazzero que tiene la agrupación, así como también en el rostro de KT al escuchar la respuesta al clásico «Ce Ache I».
«Galaxy» es la canción favorita de los taiwaneses, según ellos mismos confesaron. Esa fue la elegida para cerrar un setlist largo, ágil y variado. El tiempo pasó rápido entre canción y canción, sin necesidad de grandes despliegues de luces, pantallas, confeti o más. La ejecución del trío fue casi perfecta, tanto en lo musical como en la forma de relacionarse con quienes llegaron al Barrio Bellavista a verlos.
Con las manos llenas de regalos y la cara llena de sonrisas, el trío pidió una foto y se despidió comentando que necesitaban tiempo para poder firmar cosas, nuevamente pasando el dato sobre el merch oficial. Será la gira de aniversario de los diez años, pero durante esas casi dos horas fuimos todos veiteañeros. Espero que el lleno total sea la señal para que nuestro país esté en su próxima gira.
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