Las primeras veces nunca se olvidan, en especial cuando han demorado décadas en llegar. Este fue el caso de Pavement, agrupación emblema y parte de la vanguardia del indie norteamericano, que recién este 2024 llegó a Chile a debutar en el Teatro Coliseo.
Tras una contundente presentación de los Fother Muckers, una de las agrupaciones de rock más destacadas del país sin dudas, llegó el turno del quinteto californiano. La apertura con «Silence Kid», parte de ese clásico álbum Crooked Rain, Crooked Rain, fue llevarnos de vuelta a la primera mitad de los 90. Allí lo primero que nos recibió fueron los gritos de Bob Nastanovich, músico que rellena cada pequeño espacio de silencio en lo que sería la semilla del noise.
Y es que lo que entrega Pavement es una muestra de la historia del rock, de aquella que fue echando ramas hacia otros géneros años después de sus lanzamientos. Sin ellos no existe la música de Mac DeMarco, Weezer, Animal Collective y una veintena más, todo gracias a su música que es capaz de meter riffs de guitarras potentes junto a atmósferas que podrían rayar en el shoegaze. Por muy normales que los veamos, a eso nos enfrentamos.
Precisamente en las guitarras de Stephen Malkmus y Scott Kannberg es de donde sale gran parte de la magia, con una música que todavía mantenía lo icónico de los solos de guitarra que durante los 70 y 80 se hicieron fundamentales dentro del rock. Esto lo mezclan con letras irónicas, además de un ida y vuelta dentro de la posición de guitarra líder. No hay muchas reglas sobre el escenario, todo es original.
Fueran los «oh my god» de «Shady Lane» o los «I’ll be coming back today» de «Trigger Cut», la gente supo acompañar con sus voces esas canciones que quizá superaban en edad a gran parte del público. Porque sí, se presentaron muchos coetáneos de los norteamericanos, pero también muchos otros jóvenes que los escucharon cuando ya no estaban juntos, sin saber que años después los verían en el recinto de Nataniel Cox. Sorpresas de la vida.
Así, ya llegando a casi el final de la primera parte de su set, lanzaron otro par de clásicos más: «Stereo», «Gold Soundz» y la clásica «Cut Your Hair», probablemente una de las primeras de la banda que muchos de los presentes escucharon.
La breve despedida ya hacía entender que volverían, solo un par de minutos demoraron en concretar ello. Se veía que en sus caras estaba todavía la emoción que genera el provocar tantas emociones en el público. Durante más de una hora vieron a cientos saltar, gritar y más, todo en una ciudad que no habían visitado nunca. Nosotros sabíamos lo que veríamos, pero ellos no y esa sorpresa de su parte también fue un regalo.
Quizá es por eso que «Range Life» sonó de espectacular forma. Lo mismo con la energía puesta en «Serpentine Pad», una que no aparecía en sus setlist desde septiembre del año pasado y que terminó con uno de los momentos de más ruido de toda la noche, casi de catarsis.
«Stop Breathin» fue la elegida para dar fin a un show que llegó a más de veinte canciones, una tras otra, sin pausas como si el tiempo no hubiese pasado por el cuerpo de los cuatro músicos que dieron forma a un movimiento en los 90. No hubo grandes discursos, solo emoción en forma de música y uno que otro comentario sobre la buena recepción obtenida.
Su último disco ya va a cumplir 25 años, pero tampoco necesitan de mucho más. Cuentan con más de una veintena de canciones que ya tienen un puesto de honor dentro del desarrollo del indie rock, pero que también tienen mucho más significado. En Pavement vemos que hay cosas que se pueden mantener intactas a pesar de estar cerca de las seis décadas, que no es necesario hacer de la música algo más grande de lo que ya es y que disfrutar prácticamente no tiene edad.
Es decir, Nastanovich saltó, gritó e hizo el gran show de hype-man como si hubiese sido un show cualquiera en California. Así como muchas personas han hecho a la banda parte de sus vidas, durante un poco menos de dos horas nosotros fuimos parte también de su historia. Todavía es una interrogante lo que ocurrirá una vez termine esta gira de reunión, quizá esperar música nueva es demasiado, pero aquel viaje al pasado no se paga con nada. Todos fuimos adolescentes noventeros, con eso nos tenemos que quedar.
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