Placebo es una banda que marcó a muchímas personas, quizá una de las más representativas de la primera década de los dosmiles. Estuvieron en los mp3s de muchos adolescentes, pero también en forma de chapitas, parches, poleras y nombres de usuarios en las incipientes redes sociales de la época, donde la figura del pálido y maquillado Brian Molko era prácticamente un ícono, una declaración de principios.
Su primera visita en la Estación Mapocho llegó justo por aquella época. De aquello ya casi 20 años, pero con seguridad muchas de las personas que fueron a aquella cita llegaron igual a este, el primer -y agotado- show de los dos que darán en el país como parte de la gira promocional de Never Let Me Go, su último disco. Y desde allí, la primera interrogante: ¿cómo se conjugará el escuchar esas canciones nuevas cuando la fantasía y el recuerdo de hace dos décadas reflote?
Existía un riesgo por parte de los ingleses. Chile no es un país que visiten regularmente, sus canciones no pasan constantemente por la radio e, incluso, aquel medio de comunicación está a la baja. El consumo de música cambió, la oferta se incrementó y la adultez no siempre entrega tiempo para todo, por lo que las declaraciones de Molko a un medio de comunicación sobre no querer vivir de los hits y preocuparse de lo último podía provocar cambios en las expectativas de estos conciertos.
Pero finalmente llegó el día. Pocos minutos pasadas las 21:00 horas, la luz del Movistar Arena bajó para permitir el ingreso del dúo, convertido en quinteto durante su paso por el escenario. Y lo prometido ocurrió: A excepción de «Scene of the Crime», el comienzo del set fue tomado por su último disco con «Forever Chemicals», «Beautiful James», «Hugz» y «Happy Birthday in the Sky» con una dedicatoria incluida.
La voz del líder de la banda se mantiene muy bien, eso es innegable. Lo mismo con el sonido en general, haciendo funcionar bien aquella formación, pero siempre manteniendo la separación entre lo principal al frente del escenario y el apoyo, en la mitad trasera. No hay gran conexión entre ambas partes, pero no importa mucho ya que todos los ojos están en los dos al frente. Incluso las pantallas de apoyo se mueven solo entre Molko y Stefan Olsdal.
El mensaje que se dio a conocer tanto por las pantallas como por las redes sociales de evitar grabar o sacar fotografías se cumplió por menos de un minuto, con muchas personas en diversas partes de la cancha sacando rápidamente sus teléfonos para capturar una que otra imagen. Fueron muchas menos que en otros espectáculos, es verdad, pero los guardias igual tuvieron trabajo apuntando con linternas a las cámaras de los dispositivos.
Las ganas de querer ver al conjunto después de una década hace que el público se entregue por completo. Incluso sin lograr grandes coros por parte de un Movistar Arena lleno, Molko consigue aplausos y saltos solo con algunos gestos, tibios todavía en este inicio. Se entiende que Molko considere que todavía tiene un mensaje importante que entregar, algo que es más importante -para él- que el revivir éxitos, pero la realidad de nuestro país es otra.
Partamos porque no todos hablan inglés, como punto de inicio. Desde allí se diluye ya un poco la entrega de este mensaje. Esto tampoco era muy diferente hace 15 o 20 años, pero esas canciones y la estética de la agrupación lograban una conexión que más de alguno quiso replicar en esta noche. No había que saber inglés perfectamente para conectar con, por ejemplo, «Teenage Angst» o «Bruise Pristine». A pesar de eso, la recepción fue positiva. Finalmente, es Placebo sonando como Placebo. De ninguna forma son canciones malas, solo más desconocidas.
Tomándose algunos segundos entre canción y canción para cambiar de instrumentos dentro de un arsenal que era visible a cada costado del escenario, Placebo busca constantemente mantenerse en el presente. Diez de las trece canciones de Never Let Me Go estuvieron presentes en el setlist, una que otra con mejor recepción, pero lo más potente llegaría en el tramo final.
«For What It’s Worth», que ahora se podría considerar una «canción antigua», empezó tímidamente ante un público que seguía con la mentalidad de escuchar lo nuevo. Luego de un par de segundos, caímos nuevamente en la fantasía del Placebo de hace una década y media en lo que sería el repaso de algunos de sus éxitos. Allí Molko notó el cambio al escuchar otros ya clásicos como «Slave to the Wage» o «Song to Say Goodbye», dos de las primeras que realmente se escucharon en gran parte del domo del Parque O’Higgins.
Más gritos, más saltos, más movimiento en gran parte de la cancha y platea. Eso fue lo que provocó el tema que quizá sono mejor en la noche: «The Bitter End». Era lo que quería gran parte de la gente que llegó a verlos, ¿está mal querer escuchar esas canciones que quedaron marcadas hace tantos años? Nada impide que algunas del set actual como «Twin Demons» o «Sad White Reggae» tengan el mismo efecto a futuro, pero en la actualidad, aquella donde Molko se quiere mantener, no tienen el mismo efecto que las ya nombradas o la que le seguiría, «Infra Red».
Esta parte del set fue una pequeña muestra para la banda de cómo la gente del fin del mundo reacciona ante los éxitos. Su último material es súper bueno y el sonido en vivo funciona excelente, pero a veces el público quiere algo más. Si tuviéramos a Placebo cada dos o tres años por la región, no sería problema y las ganas de escuchar lo nuevo estarían más prendidas. Pero -lamentablemente- no es así.
Tras aquellas cinco canciones del pasado reciente, y con unos tímidos gestos, salieron del escenario. El encore no era sorpresa para nadie, así como tampoco el setlist. Sabíamos lo «antiguo» que podría sonar, así como también que quedaba algo más para el final. Esa ansiedad acumulada en minutos explotó con el inicio de «Taste in Men», otro de los puntos altos de la noche, para luego dar paso a «Fix Yourself» como recordatorio del material nuevo.
Ya con el inicio del cover de «Running Up That Hill» las y los presentes supimos que el final se acercaba. Un cierre bastante coreado y a la altura de lo entregado, una canción que han sabido hacer propia para dar fin a la primera de las dos noches que tendrán en el Movistar Arena.
Canciones como «Special Needs» son un producto que apareció en un momento y contexto determinado. Es muy poco probable que Placebo pueda volver a hacer una canción con esa u otras de la época y claramente tampoco quieren hacerlo, ¿entonces por qué no jugar al equilibrio? Molko y compañía pueden tener importantes mensajes que entregar, pero no tendrían el apoyo para hacerlo sin esas canciones que los hicieron mundialmente conocidos. Ni Depeche Mode, una de sus inspiraciones, se ha alejado de aquellos hits. Al parecer no hay medias tintas: si te gustan lo suficiente para verlos en vivo, también deberías poder seguir sus pasos.
De todas formas, el principal mensaje de Placebo es que siguen vigentes, sonando de gran forma y sin planes de desaparecer. Nos mostraron el presente y nos dieron una pequeña muestra del pasado, cada una con sus propios significados, pero dejando la interrogante de lo que será el futuro. Esperemos que no tenga que pasar otra década antes de volver a verlos, que es muy difícil entregar un mensaje si no hay nadie a quien entregarlo.
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