Por Vicente Flores
Pasaron seis años para que, una vez más, la legendaria banda de metal sueca, In Flames, pisara el suelo chileno. Desde aquella jornada de 2017 en el Teatro Cariola, la agrupación ha sabido reinventarse y seguir con la experimentación musical que los ha llevado por diferentes sonidos, desde su clásico death metal melódico hasta sus más recientes composiciones cercanas a un sonido más alternativo.
Alrededor de las 21:15 horas empezó el ansiado show. Antes de eso, la cancha del Teatro Coliseo se hacía escuchar, puesto que vitoreaban el nombre de la banda, pero también caían las típicas, pero leves pifias para que los astros del metal salieran a complacer a aquella enardecida fanaticada.
Y es que, tanto cancha como la platea baja del reducto artístico estaban con aforo completo. Generaciones de diversas edades esperaban por ver a una de las más icónicas bandas del metal europeo, por lo que apenas se apagaron las luces y solo quedó iluminado el telón de fondo con el nombre de los protagonistas, comenzó la fiesta.
Liderados por su carismático vocalista, Anders Fridén, quien salió vistiendo la camiseta de la Selección Chilena de fútbol, In Flames inició la noche presentando parte de su último disco, Foregone. Así fue como “The Great Deceiver” desató la locura de los presentes. De inmediato, se armaron varios “mosh” en cancha, acompañados también de prendas y botellas que volaban por el recinto.
Sin embargo, el verdadero frenesí colectivo se hizo notar con “Pinball Map”, el clásico de su afamado disco Clayman, que evocó la nostalgia del viejo In Flames, cuando a mediados de la década de los 90 sentó las bases del metal de Gotemburgo, junto a otras legendarias bandas del género como At The Gates o Dark Tranquility.
Luego del encendido inicio, la banda varió parte de su repertorio clásico con temas mas recientes, tanto de su último álbum como de aquellos que han causado molestia en algunos de sus seguidores, pues se les ha acusado de “comercializarse” al buscar sonidos más masivos. Aún así, aquello no importó en esta cita tan esperada entre los suecos y su séquito nacional.
Canciones tan disímiles como “Everything’s Gone” y “Graveland”, que sintetizan las dos épocas de la banda, lograron, y con creces, agitar tanto a jóvenes como a veteranos del metal.
En varios momentos Fridén interactuó con el público. Antes de que las guitarras de Chris Broderick y Bjorn Gelotte anunciaran un nuevo tema, el cantante aprovechaba de enardecer a sus fans, pidiéndoles que formaran los tan apetecidos mosh, así como también que corearan a más no poder todos sus hits.
Fue tanta la sincronización entre el público y Fridén, que este último llegó a decir que “Chile es la capital del heavy metal en Sudamérica”. Acto seguido, la ovación hacia la banda fue tan simbólica como la polera de la Roja que portaba el vocalista. Sin duda alguna, la eufórica noche fue un viaje al pasado, rememorando las veladas en la Blondie en 2009 y en el Teatro Cariola en 2017.
La multitud de seguidores de la agrupación nórdica en suelo nacional no ha disminuido. Por el contrario, es evidente que se ha expandido, dada la gran diversidad etaria que se hizo presente en el edificio de la calle Nataniel Cox. Se podía apreciar a padres e hijos, de forma que aquella unión familiar también representó las dos etapas de In Flames, tanto la noventera como la actual.
Por ello, se gritaron por igual las legendarias “ Only For The Weak” y “Cloud Connected”, así como también la más reciente “I Am Above”. Para todos estos himnos del metal el público reaccionó de igual forma. Algunas hicieron vibrar más las paredes del viejo recinto, pero no hubo ningún punto bajo en toda la jornada.
No solo la inclusión del ex guitarrista de Megadeth, Chris Broderick, causó alta expectación para esta gira. Como ha sido costumbre, el reconocido grupo siempre se ha mostrado agradecido del cariño de sus fans. Y prueba de ello son las palabras de su cantante, quien también se dio el tiempo para bromear respecto a un limón lanzado por alguien en el público. Incluso, le pidió que lo firmara.
De este modo, y sin sacarse la camiseta de nuestra selección nacional, la simpatía de Fridén se robó la película. Aun así, Broderick, Gelotte, Wayne y Newman no desentonaron, puesto que en todo momento unían miradas eufóricas con sus oyentes, cuya saciedad de metal no podía ser resuelta con esta única noche.
Al momento de finalizar “Take This Life”, la mayoría ya sabía que era el fin del viaje. Solo quedaba corear el nombre de la banda, quienes evidenciaban la gratitud que sentían. Así, con 17 canciones y un repertorio que repasó gran parte de su discografía, In Flames se despedía de su público.
Ante un Teatro Coliseo repleto, los pioneros del death metal sueco brindaron un gran espectáculo. Aquello se reflejó en los rostros exhaustos, mas satisfechos de cada uno de los metaleros que acudieron al encuentro con una banda que hace tiempo se echaba de menos en Chile. En consecuencia, los cerca de 90 minutos en que In Flames estuvo sobre el escenario solo dejaron en claro algo: nuestro país es su hogar, y así lo sintieron los nacidos en Gotemburgo, por lo que es de esperar que los recibamos en unos años más, con la misma expectación y ansias de siempre.
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