Llegó la quincena de marzo y una nueva versión de Lollapalooza Chile, festival que nuevamente aterrizó en el Parque Bicentenario de Cerrillos. Como tercera edición en este espacio, la organización ya supo identificar problemas anteriores y también entregar novedades para mejorar la experiencia del que, por números, es el festival musical más grande del país.
La primera banda en aparecer en escena fue Machuca en el Banco de Chile Stage, uno de los dos escenarios principales, donde mostraron sus clásicos del rock y la experiencia que han reunido en sus más de 30 años de carrera. Un número contundente, pero que no tuvo una gran base de gente. Igual, es un viernes cerca del mediodía, por lo que se entiende que los espacios no se llenen tan rápido.
Tras esto, apareció la primera artista internacional: Bratty en el Cenco Mall Stage. Aquí, en formato trío al estar acompañada por una bajista y un baterista, la mexicana mostró rápidamente varias de las canciones que la han posicionado como uno de los actos indie más interesantes del país norteamericano. “Radio”, una canción que habla sobre la frustración y pensamientos intrusivos, fue la elegida para abrir su set.
La propuesta es súper simple: un pop de letras cargadas de emoción en un ambiente que busca crear algo de intimidad por las temáticas a tratar, principalmente el amor en todas sus formas. A veces con susurros, a veces más potente, pero siempre con un sonido propio que tiene elementos del llamado bedroom pop y otros del garage rock. Aquí aprovechó de mostrar también algunas de las colaboraciones que tiene, como “Continental” con NSQK, músico que también será parte de esta cita en la jornada del domingo.
A pesar del calor, varios cientos de personas se reunieron para ver a la artista que ya fue parte de Coachella y que hoy mismo será parte del festival Vive Latino, dos de los escenarios más grandes de música del continente. A sus 23 años todavía le queda mucho camino por delante, por lo que es seguro que nuevamente la veamos en uno de estos escenarios o en alguna presentación solista.
Luego de cortos 45 minutos y su rápida despedida de la mano de “La última vez”, en el Banco de Chile Stage. El siguiente número que llegaría a aquel escenario sería el de Kenia Os, compatriota de Bratty que presenta un tipo de pop completamente diferente, sin banda sobre el escenario y con un cuerpo de baile de cuatro bailarines que la acompañaron desde el primer momento.
Con una propuesta que a veces cae más en lo visual que en lo musical, la cantante se apoyó bastante -y a veces quizás mucho- en el playback para poder dar paso a bailes y poses, algo que también hace sentido entendiendo que su carrera musical ha ido en paralelo a la de influencer. De todas formas, el público supo responder cuando el calor seguía azotando desde lo alto.
El Alternative Stage mostraba dos grandes novedades respecto a la versión anterior. Una es la alfombra que reemplaza al suelo en bruto que nos encontramos el año pasado, donde varias piedras sueltas podrían haber sido un riesgo, algo eliminado en esta oportunidad. Lo segundo y más aplaudido fue la instalación de un toldo que cubría de una agradable sombra al escenario, además de darle otra atmósfera a quienes se presentaran ahí.
Uno de esos nombres fue el de León Larregui, mexicano conocido por encabezar la banda Zoé que ahora llegaba con su propuesta solista. Con una compañía que sumaba seis músicos más en el escenario, basó toda su presentación en un rock psicodélico, pero que carecía de sorpresa para dar paso a una notable madurez musical.
Larregui delegó gran parte de lo musical en su banda, preocupándose de dar una presentación en lo vocal que estuvo bastante bien. A sus 50 años claramente conoce sus fuertes y lo aprovechó con canciones que mostraban estas fortalezas del tipo “Como tú”, “Birdie” -incluyendo una falsa partida- o “Brillas”. 45 minutos muy bien aprovechados que, al parecer, dejaron bastante satisfechos a los seguidores que coreaban desde las primeras filas.
Tras aquella pausa del sol, el regreso a los escenarios principales era necesario para ver otro debut en el país: el de Jessie Reyez.
No costó ni un par de minutos el identificar el tipo de show que sería el de la canadiense-colombiana y también su personalidad: histriónica, conversadora, risueña y potente. Con una mano inflable gigante en la mitad del escenario, la cantautora mostró temas como «Shutter Island» mientras se tiraba al suelo para sumar drama a una presentación que tendría su base en las canciones de amor. Ella misma lo confesó: le gusta hacer canciones sobre sus ex, algo que utilizaría para bromear con el público durante todo su tiempo sobre el escenario.
«MUTUAL FRIEND» y «ONLY ONE» también aparecieron en su set, donde habló mucho con el público en un ir y venir de español e inglés. Aquí mostró que sabe cantar rápido y también más lento tipo R&B, con un rango de voz que le permitía transitar sin problemas entre varios tipos de canción. Hasta mostró su versión de «This Is Love» de Bob Marley, canción que forma parte de un disco homenaje que también cuenta con versiones de canciones del astro del reggae en voz de Kacey Musgraves o Leon Bridges.
«Coffin», canción en la que colabora con Eminem, así como «Gatekeeper» fueron otros de los temas que sacó en medio de sus charlas con el público, con quienes incluso compartió un dueto al bajar del escenario y de quienes recibió regalos como un sostén y un gorro. Para ser su primera vez en el país, el manejo del público fue excelente, en especial al incluir a sus propios padres para bailar en el show con el clásico «Vino en cartón» sonando de fondo.
Incluso se dio el tiempo de contarle al público que ella tiene una carrera más larga como compositora para otros artistas, sorprendiendo a varios con el dato de que «One Kiss» -popularizada por Dua Lipa– salió de su mente. 60 minutos que hizo rendir de gran forma mientras que aviones hacían piruetas en el cielo, así fue el show de quien se despidió como «Jessie Fucking Reyez». Un muy buen show de una artista que se sumó cerca del final a esta cita musical.
«Eat Your Young» y «Jackie and Wilson» fueron sus cartas de presentación, acompañado de una numerosa banda para entregar un folk de gran calidad sonora. En eso último no hay nada que discutir, el audio estuvo a la altura de lo que requerían todos esos instrumentos sobre el escenario.
Pocos minutos después, el irlandés Hozier apareció en el Banco de Chile Stage seguido de gran cantidad de gritos. Era un número bastante esperado, considerando que se suma a la lista de debutantes en el país. A pesar de ser su primera vez aquí y ser un show de festival, igual se dio el tiempo de mostrar algunas canciones de su último disco Unreal Unearth (2023) como «Francesca», despertando más gritos por parte de su fanaticada.
Su tendencia a caer a ratos en momentos experimentales ayudaba a que su presentación no fuese monótona y se agradece. Pero folk no era lo único que mostraba, ya que a ratos caía en una faceta más chill y soul con temas como «To Be Alone».
A pesar de ser un show bajo el nombre de Hozier, su banda no se quedaba atrás en personalidad. Ver que también lo están disfrutando es algo que suma mucho a las presentaciones en vivo, coronando todo con el que quizá es su mayor hit hasta el momento: «Take Me to Church». Tras esta canción, se despidió, también llamando a un alto al fuego en Gaza y un «Free Palestine» que fue aplaudido por gran parte de la gente.
Tras una rápida cuenta regresiva, el otro escenario recibió a un encapuchado Jared Leto para dar paso al show de 30 Seconds to Mars. Aquí sí pudimos ver más una puesta en escena que un concierto como tal, lo que no está para nada mal, pero marca diferencias. Solo con su baterista y un tecladista sobre el escenario, parte de la música ya venía envasada y eso hace que se pierda un poco de frescura, aunque igual funcionó.
Fue una presentación que se podría catalogar de interactiva. No avanzaba si no era junto al público, instándolos a levantar sus manos, gritar, saltar, agacharse y mucho más. Este aprovechamiento del público -en el buen sentido- también sirvió para subir a varias personas a bailar sobre el escenario. A pesar de que algunas de ellas estaban más preocupadas de grabar en sus celulares, Leto igual disfrutó aquel momento con sus fans.
En el set aparecieron canciones nuevas como «Stuck» y otros hits como «The Kill», tras el cual parte del público abandonó para acercarse al escenario donde estaría la banda de Florida cuando todavía quedaba -nominalmente- tiempo para algo más. Fue un show que cumplió, pero que parecía prometer algo más justo cuando el sol ya estaba en bajada.
Del otro lado, una gran mezcla generacional se generaba. Hubo mucho público que llegó después del momento de más calor, por lo que recién con Limp Bizkit pudimos ver la contundencia del número de personas que aguanta el parque ubicado en Cerrillos.
«Break Stuff» fue la carta de presentación de Fred Durst, siguiendo con otros hits como «Rollin’ (Air Raid Vehicle)» y «Nookie». Ya con la primera canción el público ya se había descontrolado, con más de un moshpit apareciendo entre la gente. Ahí la duda que entraba era cómo se podría mantener un ambiente así durante una hora, ya que esas tres aparecieron en menos de 10 minutos, pero Durst lo lograría.
Es verdad que no fue un show que mostrara novedades o innovación, pero ¿es realmente necesario en un festival? Llegar con los hits, hacer un show entretenido y apelar a la nostalgia es una estrategia más que válida para una banda que en lo musical no ha llamado la atención en bastante tiempo, a pesar del intento de Still Sucks del 2021. Y funcionó. Gente saltando y gritando hubo todo el show, que es lo que se quiere. Buscar otra cosa es no saber quien es Limp Bizkit.
La inclusión de «Behind Blue Eyes» y «Faith», dos canciones que la banda supo hacer propias en su momento, fueron tan aplaudidas como sus originales. Pensar que por ser covers tienen menos valor es también desconocer la historia de la agrupación. Dudo que alguien se queje que Pearl Jam interpreta «Rockin’ in the Free World», una original de Neil Young, como propia.
Lo de «Heart-Shaped Box» ni siquiera alcanza para cover, sino que para una broma sobre el escenario que ya han hecho otras veces. Y es que todo esto no es nuevo, es lo que llevan haciendo hace un tiempo y que han visto funcionar en otros lados. Lo mismo con los guiños a Metallica y Slayer, sonido más pesado con el que el público también respondió positivamente, dando quizá alguna señal a la producción respecto de qué géneros podrían aparecer en sus próximas ediciones.
«Turn It Up, Bitch» fue lo único nuevo que mostraron y fue a la rápida, porque nadie prendió mucho. Tras esto «Hot Dog» y «Boiler» bajaron algo las revoluciones tras la seguidilla de éxitos, pero todo revivió con una segunda interpretación de «Break Stuff». No golpeó tanto como la primera, pero fue un buen cierre para un show entretenido y contundente, propio de un festival coronado, además, con el clásico “Chileno de corazón” de Mala Junta.
Palabras aparte para Wes Borland, uno de los guitarristas más infravalorados de su generación, quien siempre sorprende tanto con sus trajes y maquillaje como con la cercanía con el público, a quienes se acercó al finalizar el show hasta para sacarse fotos. Sin duda es parte del alma de Limp Bizkit.
¿Y qué se puede decir de Feid? El año pasado ya había llenado dos Movistar Arena y sus canciones suenan tanto por su cuenta como por sus colaboraciones, por lo que había una gran expectativa de lo que se podría ver en el Cenco Mall Stage.
Acompañado de una serie de drones que partieron con un “CHILE MOR”, el colombiano apareció en el que quizá es el escenario con más elementos de toda la primera jornada. Un monster truck estaba en la mitad de la tarima acompañado por muchas luces de neón y pantallas llenas de efectos visuales cargados al color verde, símbolo del músico y sus seguidores.
Mostró varios de los éxitos que tienen con otros artistas, como «PERRO NEGRO» con Bad Bunny, el hit «La inocente» con Mora o el debut en vivo de «LUNA» junto a ATL Jacob, pero también lo hizo en vivo con otros artistas siendo esto lo mejor de su show y de la primera jornada del festival.
Primero fue «Malibú» con AK420 y «El único tema del Ferxxo» con Young Cister y Pailita, pero la sorpresa sería con «ULTRA SOLO REMIX» que contaría por primera vez con sus cinco intérpretes en el escenario: Polimá Westcoast, Pailita, Paloma Mami, Feid y la inesperada aparición de De La Ghetto. Es este tipo de cosas, únicas e imprevistas, las que quedan en la historia musical de Lollapalooza Chile.
Incluso siendo la jornada quizá más tibia de los tres días de Lollapalooza Chile, el show del Ferxxo fue el más multitudinario de la jornada, siendo también un buen resultado de este experimento de poner a un artista urbano de headliner, algo que no se ve difícil vuelva a ocurrir en las siguientes ediciones.
Fue un show que contó prácticamente con todo lo que se podría haber querido escuchar, tomando en cuenta que era un repaso de sus numerosos éxitos. Para otras canciones ya habrá que esperar otra visita en solitario, pero al menos en lo respectivo al festival cumplió, incluyendo aquel cierre con fuegos artificiales.
La primera jornada de Lollapalooza fue de menos a más. Sea Kenia Os o Limp Bizkit, gran parte termina cayendo en un tipo de música popular, masificada y compartida por gente de diferentes gustos. Al final esa es la gracia: gustar, entretener. Para eso son los escenarios grandes, pantallas en HD, luces y parlantes gigantes.
Quizá algo que todavía incomoda es que tantos stands con música se terminan acoplando con el sonido del resto de los escenarios. Y si vamos a Lollapalooza es para escuchar música en vivo, no la envasada de los auspiciadores. Al menos en cuanto al acceso al agua y baños, dos elementos fundamentales, sí hubo un avance, aunque recién este sábado con más gente desde más temprano -según se puede inferir por el cartel del día- será la prueba real. Un primer día que dejó con ganas de más.
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