Si el sábado se presenció una clase de casi 10 horas seguidas de música, lo del domingo fue un viaje por las variadas estaciones de esta viciosa locura, llamada metal.
El primer día estuvo brutal. La variedad de subgéneros que adornaron el festival, sumado al gran desempeño de las bandas, coronaron una jornada de ensueño para todos quienes integran esta comunidad númerosa, y a la que cada año se adhieren pequeños fanáticos.
Prueba de lo anterior es la no menor cantidad de niños acompañados por su padres, quienes les apuntaban con el dedo eso llamado mosh, así como también el alocado “nado sobre el público” (cuando las personas, literalmente, se suben encima de alguien y comienzan a ser llevados por toda la gente, incluso hasta llegar al frente del escenario).
Al igual que el sábado, la gente llegó temprano al Movistar Arena. Mientras algunos recorrían los stands de merchandising oficial, disquerías y se tomaban las infaltables fotos junto a las figuras en tamaño real de King Diamond o Lemmy Kilmister, otros corrían con rostros jubilosos, posiblemente porque verían por primera vez a sus ídolos.
Inicio melódico
A las 1 en punto se dio inicio a la segunda y última parte del Metal Fest. Con Parasyche, banda chilena de thrash metal, los primeros en llegar iniciaron tímidos mosh, pero que serían la antesala de lo que vendría cuando se escondiera el sol.
El Devil Stage ya estaba listo para darles la bienvenida a sus invitados. Forbidden fue la agrupación que abrió los fuegos, y de inmediato se evocaron los recuerdos de su visita al mismo festival, pero en 2012.
Los de la bahía de San Francisco -al igual que Exodus, quienes tocaron el sábado-, no se guardaron nada y exhibieron sus mejores clásicos, de forma que su púbico les retribuyó su calidad musical con mosh y el temido “death wall”, donde los más jóvenes -y unos no tanto- se abalanzaron unos sobre otros, sin miedo a quedar agotados recién iniciado el evento.
El agradecimiento de los norteamericanos se demostró constantemente, y su vocalista Norman Skinner, unido hace tan solo un año al grupo, dijo estar feliz por su primera visita a Chile.
Más de la mitad de cancha estaba llena, y lo mismo se repitió con Dark Tranquility, quienes cerca de las 15:15 volvían a ver a la legión metalera que, tan solo en agosto del año pasado, ya los había tenido en frente, cuando se presentaron en la Blondie.
Los formados en Gotemburgo, Suecia, se mostraron dichosos por regresar a tierras nacionales. Así lo expresó en reiteradas ocasiones su vocalista, Mikael Stanne.
La banda que en un principio tocaba un death metal crudo, en los últimos años ha mutado hacia lo más melódico, pero sin olvidar sus raíces que los llevaron a ser comparados con otros grandes del death metal melódico, como At The Gates o In Flames.
Si bien varió el estilo respecto a la banda que los precedió sobre el escenario, los asistentes se quedaron de igual manera para disfrutar a una banda que ha sabido reinventarse. De hecho, su último trabajo, “Moment” (2020), fue premiado como el mejor álbum de los Grammy suecos de aquel año.
Por eso, la hora que estuvieron reviviendo sus clásicos de los 90’s sirvió también para cautivar a nuevos adeptos a su estilo musical. Además, tocaron parte de lo que será su nuevo disco, el single “The Last Imagination”, que fue muy bien recibido por el público.
Con “Lost to Apathy” y “Misery’s Crown” cerraron su presentación, marcada por la excelsa calidad vocal de Stanne, quien en representación del grupo, se cansó de hacer elogios a sus espectadores. Siguiendo la tónica de los demás grupos, también prometieron volver pronto.
El número a continuación también llegó desde las tierras nórdicas, porque los finlandeses Amorphis se encargaron de seguir con la fiesta más grande del metal en Sudamérica.
Los orignirarios de Helsinki también se presentaron en la Blondie, pero en 2019. Aquella presentación fue un éxito, por lo que era necesaria una instancia como esta, para así darse a conocer ante un público mayor.
Mientras las plateas lucían un poco más numerosas, cancha seguía con un fiel grupo de personas que se acomodaban lo más cerca posible del escenario.
Nuevamente, los seguidores del death metal melódico fueron los más agradecidos. Era lógico que Amorphis tocara después de los suecos, porque así se generó un show de dos horas y algo más en que las complicadas composiciones melódicas, acompañadas de las ásperas y limpias voces de sus cantantes, atrajeron a los que habían ido por Overkill o Anthrax.
Metal sin restricciones
Sin embargo, ya era hora de volver a los círculos de mosh. Y cerca de las 6 de la tarde los pedidos del público fueron escuchados. Biohazard llegó con todo, como si tuvieran la misma juventud con que empezaron a fines de los 80, en Brooklyn, Nueva York.
El cuarteto que fusiona metal con hardcore punk y rap, demostró su vigencia y ratificó su nombre como uno de los más grandes de la escena noventera.
Su guitarrista Billy Graziadei entró tan eufórico al show, que sufrió una leve caída. Ya levantado y con una sonrisa gigantesca en su rostro, miró a su cómplice sobre el escenario, el bajista y vocalista Evan Seinfeld, y ambos dieron una patada al aire que sería premonitoria respecto al actuar del público.
Mientras Graziadei tocaba sobre la delgada barrera que sostenía a toda la masa de personas, no fueron pocos los que se contagiaron de esa euforia mostrada por los músicos que con sus obras juntaron a los raperos con los metaleros hace más de veinte años.
Así, unos cuantos asistentes pasados de revoluciones intentaron traspasar las barreras, para así caer frente al escenario. Pese a que varios lo hicieron de forma, relativamente tranquila -dentro de la locura propia del momento-, hubo unos cuantos que buscaban algo más que disfrutar la música. Con escupos y empujones a los guardias, tres desaforados hombres no obtuvieron lo que deseaban, ya que solo se limitaron a devolverlos a la cancha.
A medida que avanzaba el show, los neoyorquinos sacaban todo el estilo callejero que los ha caracterizado. En vez de disminuir, la energía vibraba alto tema tras tema.
Aunque hubo unos problemas técnicos con el bajo de Seinfeld, el tatuado vocalista supo seguir con el show, de modo que no afectó en nada la continuación de la puesta en escena.
Los saltos y gritos no pararon en ningún momento. Fue, con toda seguridad, de lo más gozado y aplaudido por la gente. La algarabía con que tocaban los músicos era imposible de no contagiar a los presentes. Así, cerraron un espectáculo excelente, pero que se hizo corto.
A diferencia de los intervalos anteriores, no muchos salieron del recinto antes del siguiente show. Esperaban a Overkill, uno de los grandes del thrash metal, y que volvían con una gran sorpresa: David Ellefson, histórico bajista de Megadeth, sería el reemplazante en su puesto de D.D. Verni, quien lleva un tiempo fuera del grupo, debido a una reciente operación.
Junto a Ellefson, Overkill salió a dar un show plagado de clásicos. Los hits de su época dorada ochentera fueron suficientes para encender las bengalas y marchar en círculos nuevamente.
Incluso, se vieron dos antorchas de luz al mismo tiempo y en diferentes espacios durante el concierto.
“Elimination”, “Rotten to the Core” y “Fuck You” retomaron la energía desenfundada la tarde anterior con Exodus y Sepultura. Y pese a que aún faltaba el número más potente del thrash, Overkill justificó su posición como uno de los shows finales, porque en vivo siguen sonando como en sus inicios.
Los más pequeños tuvieron la suerte de ver a otro gran grupo, cuyo reconocimiento no es tanto como el de Slayer o Megadeth, pero que tiene ganado su lugar al lado de “Big four” del thrash.
Finalizado el show de Overkill, algunos asistentes abandonaron el reducto de espectáculos para ir a alguno de los bares, o simplemente para descansar. Esto, porque antes de escuchar a Anthrax, era necesario recorrer el mundo del metal moderno.
Entre metal gótico, sinfónico, e incluso pop, deambula Within Temptation. La agrupación reconocida por la tremenda voz de Sharon den Adel, y fundada en conjunto a su esposo, el guitarrista Robert Westerholt, no pisaba suelo nacional desde 2014.
Veinte años mas tarde, los neerlandeses demostraron porqué son considerados como uno de los mayores exponentes del metal sinfónico y actual. Aunque algunos se fueron, la mayoría se quedó a ver el gran desplante escénico de su cantante, así como las trabajadas melodías que van desde lo oscuro hasta pensamientos políticos.
Con un vestido basado en la bandera de Chile, la cantante logró que el público se rindiera a ella, pues su rango vocal dio lugar a uno de los momentos más espectaculares del festival.
Antes, había sido la hora del thrash, power, black, metalcore y death metal melódico. Pero la conjunción de géneros que da vida a Within Temptation marcó un punto alto de la noche.
Al lado de los emocionados gritos de sus fans, hubo quienes, quizás, escuchaban por primera vez a los europeos. Y fue tan alto el nivel del show que también se ganaron sus aplausos.
Canciones más representativas de su primera etapa cercana a lo gótico y folk no impidieron la inclusión de otros temas más nuevos, cuyas raíces radican en la política y causas sociales.
Por eso fue que den Adel, luego de cambiar de vestido, salió con una bandera de Ucrania. Mientras la movía de lado a lado, clamaba por la paz en el mundo, lo que fue ovacionado por el público.
La banda neerlandesa dio un recital de primer nivel que no hizo extrañar los mosh. Además, eso estaba por volver, y con la intensidad que caracteriza siempre al número final.
Anthrax, hermandad de por vida
Finalmente, los clásicos del thrash estaban de vuelta. A pesar de que han visitado Chile innumerables veces, Anthrax siempre produce lo mismo en los metaleros nacionales.
Es ese sentimiento similar al que se genera con Iron Maiden, otra agrupación que siente de forma recíproca el amor que le entrega Chile. Por eso es que la ansiedad y emoción se desbordó por completo apenas comenzó a sonar “The Number of the Beast” de, precisamente, Maiden.
Al unísono se coreaban los versos del clásico que todo metalero conoce de memoria. Y una vez terminada la canción, “Among The Living”, el legendario tema de los neoyorquinos se asomaba.
La locura ya era total a esa altura. La cancha hablaba por sí sola, tal como en el Teatro Caupolicán, el Estadio Nacional o donde fuera que Anthrax haya tocado en Chile.
En los 90 o en 2019 se vivió igual. El integrante del Big Four del thrash no decepciona nunca. Joey Belladona y Scott Ian prendían en todo momento a sus fanáticos, quienes se lanzaban por los aires, para luego salir con la cara iluminada por la música de los astros del metal, quienes no dieron tiempo para descanso alguno.
Aunque en esta versión del Metal Fest quizás hubo menos gente que la anterior, el cierre estuvo al nivel de un evento de tal magnitud.
Las poleras negras iban y venían en círculo mientras sonaban “Caught in a Mosh” y “Got the Time”. El sudor y cansancio se sentía, mas la incertidumbre sobre cuándo vendrá de nuevo Anthrax era más poderosa.
Es muy probable que retornen pronto, pero cada concierto de ellos se disfruta como si fuera el último. Y el quinteto que observaba a su público también lo sabía, por lo que entregaron todo su talento y maestría en la hora y veinte minutos que tocaron.
Aún no se anuncia de forma oficial el Metal Fest del próximo año, pero es muy seguro que se vuelva a realizar, pero con solo una fecha.
Esta edición del 2024 estuvo a la altura en todos sus aspectos. Shows de gran sonido y calidad musical, así como la enriquecedora variedad de bandas y géneros que hicieron de este festival uno que será recordado en los próximos años.
Si bien no hubo nada nunca antes visto, sí se gozó de bandas que son reconocidas a nivel mundial. Hace algunas décadas era impensado realizar un evento así en Chile, pero ahora somos privilegiados por disfrutarlo, y de manera anual.
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