Tiny Festival, día 2: Experiencias audiovisuales


La primera noche del Tiny Festival dejó muchas sensaciones agradables. Además de las buenas presentaciones, el comportamiento del público en un lugar donde se vende alcohol estuvo a la altura. Eso no siempre pasa. Por lo mismo, la segunda jornada llegaba con la disposición a lo mismo o mejor.

El inicio estuvo a cargo de Delight Lab, autodenominados «artistas lumínicos», quienes presentaron un show llamado «Fases» estrenado recién hace algunos días en Valparaíso. Allí, al jugar con el ritmo de sus instrumentos también lograban diferentes comportamientos en luces que salían del escenario y de la cancha, donde se ubicaron considerando la baja cantidad de público al comienzo del festival.

Este proyecto, a cargo de los hermanos Octavio y Andrea Gana, se hizo conocido por sus proyecciones en diferentes edificios de la capital. A esto aquí le sumaron la capa musical, donde experimentaron con instrumentos como la matriz eufónica para crear un sonido entre la electrónica y el ambient. De menos a más, terminó de forma casi catártica con ambos al centro del campo. Una sorpresa más que agradable.

Le siguió el trío Sistemas Inestables, quienes llegaron silenciosamente al escenario para luego ir haciendo aumentar el volumen de la música que salía por los amplificadores de La Cúpula. Con una base electrónica constante, el trío se congregó al centro del escenario desplegando un sinfín de sonidos amalgamados. Desde el progresivo hasta un ¿dark synth pop? También 8-bit, experimental y más.

Formado por José Tomás Molina, Javier Hechenleitner y Santiago Corvalán, no fue raro verlos compartir no solo el espacio, sino que los instrumentos, con dobles percusiones que acomopañaban la performance Buckethead-esca de Corvalán que subió usando una mascara anti-gas al escenario. Hasta en los movimientos con el bajo se parecía al guitarrista norteamericano.

Ya para cerrar, cuando parecía que estaban ordenando el escenario, llegó la parte más noise con Molina y Hechenleitner tocando platillos de forma no convencional. El baterista fue más allá, sacando directamente el platillo de su stand para ocupar su micrófono como percusión. Una mezcla de mucha pasión y poca pulcritud, algo que tampoco era totalmente necesario para lo proyectado. Es más, era deseable para el tipo de caos concertado sobre el escenario.

Un trío convertido en sexteto fue lo primero que nos encontramos cuando BADBADNOTGOOD apareció en La Cúpula tras el clásico «War Pigs» de Black Sabbath. Con un telón plantado a la mitad del escenario, rápidamente se dilucidaron las dudas al ver proyecciones de grabaciones hechas en 16mm desde un proyector al otro lado del escenario. Esta técnica es común en sus shows, también siendo testigos de aquello en su pasada visita con show en el Teatro Coliseo.

Eso sí, a diferencia del anterior, en este la calidad del audio fue superior. Al igual que como ocurrió la jornada anterior durante un pequeño pasaje del show de Yussef Dayes, los parlantes colapsaron un poco con los bajos, pero luego se normalizó. Y vaya que eran necesarios con lo mostrado por Chester Hansen, bajista y uno de los tres fundadores de la agrupación norteamericana.

Desde el comienzo el set estuvo girando en torno a Mid Spiral, su último álbum. De allí también la necesidad de contar con más manos sobre el escenario. Sin la presencia del percusionista Juancarlos Magallanes, canciones con claros tintes latinos como «Sétima Regra» y «Juan’s World» simplemente quedarían incompletas.

La inclusión de un Nyle Steiner también llamó la atención, siempre en las manos del trompetista Kae Murphy, uno que se complementó de muy buena forma con el talentoso Leland Whitty, dueño tanto de la guitarra como del saxofón. Y es precisamente con este último instrumento con el cual se logran grandes atmósferas al momento de tocar. La suavidad y rapidez del sax, con aquel sonido que incluso se podría catalogar de nostálgico, le daban un significado diferente a las imágenes proyectadas sobre la banda.

Aprovechando aquel sexteto en el escenario es que terminaron 8 de 12 canciones de esta última producción. Si bien se disfruta, en especial por la tremenda calidad que tienen, se extrañan a rato canciones más antiguas. Sus dos primeros álbumes, por ejemplo, no aparecen de ninguna forma.  De IV rescatan dos singles, «Lavander» y «Confessions Pt II», pero siempre dejando fuera una de las favoritas de muchos: «Time Moves Slow».

Ya con casi quince años sobre los escenarios, los canadienses se pueden dar ese lujo. Y así como pasan por su historia saltándose discos, también van brincando de género en género. Al ya sonido brasileño nombrado anteriormente, también se le añaden algunas capas más rockeras y otras directamente más de jazz libre. No hay necesidad de encasillarlos individualmente ni en conjunto, solo preocupándose de funcionar cohesionadamente.

Como un pequeño homenaje al fallecido MF Doom, BADBADNOTGOOD proyectó la imagen de su máscara mientras volvían al encore con «The Chocolate Conquistadors».  Sin letra, solo instrumental, sirvió para que también se despidieran del público tras casi 90 minutos de show.

90 minutos y 12 canciones, un número que en otro contexto podría parecer extraño pero que hace total sentido con lo expuesto por el trío. No es necesario ni apurar ni acortar las canciones, sino disfrutarlas. Este cierre de la primera versión del Tiny Festival ya deja con ganas de un nuevo anuncio para el próximo año. Lo único: martes y miércoles, justo con concierto en paralelo en el Movistar Arena, es una pesadilla al momento de pensar en volver a casa.

Fotos: @_safari

 

 


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