FOTOS | Alejandro Sanz en Chile: Pasión sobre técnica


La fresca noche del martes recibía en el Movistar Arena a un artista que pocos días antes había pisado la Quinta Vergara como uno de los números más importantes de esta edición del Festival de la Canción de Viña del Mar: Alejandro Sanz.

Ante lo que parecía prácticamente un lleno total, el español se tomó unos minutos extra antes de salir al escenario, quizá también por la llegada sobre la hora de un número no menor de las y los asistentes al recinto del Parque O’Higgins. Estos minutos, a diferencia de otros shows, se esperaron en relativa calma hasta el minuto donde las luces se fueron a negro.

Lo primero que salió desde el escenario fue el mismo video de presentación que mostró en la Quinta Región, todo acompañado de un numeroso equipo con el que se contaba más de una decena de personas.

Dos pianos, percusión, dos coristas y un tercero que apoyó en algunas canciones y más, el contingente con el que contaba Sanz era bastante grande para un tipo de música que no siempre lo requiere. Esto a veces supone un riesgo: que la voz del cantante, lo principal de la cita, se pierda. Afortunadamente no ocurrió, pero debido a que muchas veces el propio Sanz dejaba ese espacio para que fuese ocupado por las otras voces sobre el escenario o incluso por el mismo público.

Esto fue notorio, por ejemplo, con su interpretación de «Quisiera ser» donde tomó tintes hasta de spoken word a ratos. Esto se mezcló también con sus salidas del escenario al terminar una canción, momento donde permitía que sus músicos -todos bastante talentosos- tuvieran sus propios minutos de brillo sobre la tarima y recibir los bien ganados aplausos.

¿Es un problema la forma en la que canta Alejandro Sanz? Para nada. Siguiendo la tradición de mucha música española, la técnica es secundaria por debajo de la pasión, del sentimiento que se le impregna a cada canción. Cuando el madrileño cerraba los ojos para cantar emocionado pasajes de «El alma al aire» o «La fuerza del corazón», no es necesario que llegue a las notas de la forma más pulcra posible.

A sus 55 años y numerosas visitas al país, Alejandro Sanz ya sabe qué cosas funcionan y cuáles no. Entre las primeras está meter varias referencias a Chile en sus canciones, como con «Deja que te bese», aunque a veces -tal como se pudo ver en Viña- el show se hacía algo lento al apoyarse demasiado en su equipo entre canción y canción. Claro que esto se olvidaba cuando llegaban éxitos como «La fuerza del corazón», una de las tantas canciones que aparecieron en formato medley, es decir, no completas.

En «Desde cuando» se levantaron carteles de «No te soltamos» como parte de un fan action, gestos de participación desde el público que siempre suman a los conciertos. A esta se sumó «Cuando nadie me ve», otro de los puntos altos de la noche, pero que nuevamente dio paso a la salida del escenario del cantante.

«Contigo», original de Joaquín Sabina, fue la canción que Sanz dedicó a las y los voluntarios que están ayudando tras los incendios forestales que sufrió Viña del Mar. Allí aprovechó de hacer el llamado de seguir apoyando a la gente de aquella zona, ya que todavía queda mucho trabajo por hacer en cuanto a la reconstrucción.

La parte final del setlist contó con dos canciones clásicas dentro del repertorio del ibérico: «Amiga mía» y «Corazón partío». Aquí su voz tomó un segundo impulso, sonando como el Alejandro Sanz de hace algunas décadas, mostrando que lo suyo no es una falta de la voz que lo hizo famoso, sino que un cuidado que se complementa muy bien con el tipo de espectáculo que propone. No necesita romper la voz en cada coro si el público se muestra feliz de asumir ese rol, sumándose a canciones que llevan años dentro de la cabeza de las chilenas y chilenos.

El último tramo tuvo varios cortes de luz entre canción y canción, algo que desconcertó a parte del público que cada vez que esto ocurría, se acercaba a las salidas del recinto. Aquí ya se tomó una actitud algo más íntima, ya sea con todos sus músicos sentados junto a él al centro del escenario para «Viviendo deprisa» o solo con él y un piano para «¿Lo ves?».

El final fue nuevamente un medley, quizá uno de los mejores de la noche: «Mi soledad y yo», «Y, ¿si fuera ella?» y «Ese último momento». Ese trío de canciones terminó con todos los músicos regalando uñetas, baquetas y saludando al público que durante casi dos horas disfrutó de uno de los músicos españoles más importantes de la última década.

La sensación al final fue agradable, de haber escuchado gran parte de los éxitos que ha cosechado en sus más de 30 años de carrera. Sea solo con su voz, con la guitarra al hombro, sentado frente al piano o simplemente disfrutando de los coros por parte del público, lo de Sanz fue un show calado, de aquellos que se podría repetir varios días con el mismo resultado. No fueron necesarias sorpresas ni parafernalias, todo eso sobra cuando suenan canciones que ya son parte de la vida de miles de personas desde hace mucho. El sentimiento está por sobre todo.


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