FOTOS | Bad Religion en Chile: Música sin edad


La música con guitarras fuertes ha pegado en Chile desde hace mucho tiempo. Si bien principalmente pasa con el metal, uno de los géneros que quizá más público mueve durante el año, el del punk es una escena que mantiene una gran fanaticada sin hacer tanto ruido. Siendo sinceros, tampoco son muchos los números de este tipo que llegan a estas tierras.

Y Bad Religion es uno de los grandes nombres del punk rock californiano, ciudad que prácticamente formó un género por su cuenta. Allí fue la presencia del thrash, el skate, el hardcore y muchos otros elementos los que le dieron vida a un sonido que muchos adoptaron, pero que no trascendieron de la forma en la que lo ha hecho el conjunto de Greg Graffin.

No fue hasta los últimos minutos previo a las 21:00 que el Caupolicán se llenó. Las calles aledañas se veían repletas desde antes, en especial de gente haciendo la conocida previa. Y es que el show que vendría requiere preparación, algo que entregue algo más de valentía para ingresar a una cancha que desde un inicio se sabe que será un terreno en disputa. Desde el segundo piso, ya varias personas se dejan caer en la cancha, considerando que muchas no alcanzaron esta ubicación por el sold-out de esta primera fecha.

Ya con los norteamericanos sobre el escenario, se sentía que la tormenta estallaría en cualquier momento y lo haría con «The Defense». Sin un respiro, «Against the Grain» fue la que instaló el caos en gran parte del público. Aquel clásico, del disco del mismo nombre lanzado en el 90, sería una de las tantas joyas que entregaría la banda durante la noche.

Y es que Bad Religion no vino a hacer un show de despedida, un set festivalero o una presentación de un disco nuevo, llegaron directamente a encontrarse con un público que conocen desde décadas y al que saben alentar en base a clásicos. Llamativo es que, a pesar de ese conocimiento del tipo de persona que llega a su público, gran parte de ellos eran -al parecer, según la luz permitía ver- sub30, energía que la propia agrupación aprovechó para darle más potencia a su set.

Brian Baker, ya con cerca de tres décadas en la agrupación, se apoderó del costado derecho del escenario. A pesar de aquello, se turnó constantemente con Mike Dimkich para que ambas guitarras tuvieran sus propios momentos, ejecutando movimientos rápidos para seguir aleonando al público a gritar, correr, saltar y girar en una cancha que nunca se mantuvo en quietud.

La fuerza del público se tradujo no solo en movimiento dentro de la cancha, sino también sobre ella con varias personas que caían en el clásico crowdsurfing ante la atenta mirada de Graffin, quien dirigía muchas veces los gritos de la gente como si fuera un maestro de orquesta. Junto a él, Jay Bentley también hacía lo propio como otro el otro «original» que hay en la alineación, un segundo al mando implícito que aprovechó cada momento de disfrutar las canciones tal como en sus inicios.

No se puede pasar por alto que Bad Religion tiene integrantes que están alcanzando las seis décadas de vida, pero eso influyó en nada en lo que salía por los parlantes del Teatro Caupolicán. Si se cerraban los ojos, no había prácticamente ninguna diferencia en lo que mostraron en su último paso por Chile en el Lollapalooza del 2016. La voz de Graffin nunca brilló por su rango ni nada, pero se ha mantenido firme en las últimas décadas, no solo en la entonación sino que también en lo que proyecta emocionalmente.

Más de una bengala se prendió y se consumió mientras el público giraba en círculos, lo mismo con aquellos que alcanzaron a subirse al escenario. Uno de ellos incluso llegó a abrazar a Bentley, sin querer ser violento ni nada, mostrando que el caos que allí se gestaba era -al menos- inofensivo entre ellos. Eso también se puede rescatar: a pesar de la venta de alcohol, el público no cayó en grandes problemas ni comportamientos más riesgosos que los ya mencionados.

Y mientras todo eso ocurría, en el set seguían apareciendo clásicos: «Los Angeles Is Burning», «Infected» y «No Control» fueron solo algunas de las que aparecieron recién en la mitad del setlist, uno que lanzaba canción tras canción junto a unas breves palabras de Graffin. No había tiempo que perder, menos cuando las canciones ya van en una aceleración constante.

De la misma forma, igual tuvieron algunos gestos con los más fanáticos que esperaron su retorno por años. «Drunk Sincerity», de The Grey Race (1996), fue una que reapareció en sus sets después de varios años. Y, a pesar de eso, también se sentían frescas en un Caupolicán que parecía haber vuelto a finales de los 90.

El quinteto dejó el escenario unos minutos tras «Punk Rock Song» y más de una hora de show. Muchos no se alcanzaron ni a secar el sudor de la frente cuando volvieron con un clásico: «Generator». Como si esa reacción no hubiese sido suficiente, Bad Religion volvió a empujar con «American Jesus», éxito con el que terminaron el repaso de su catálogo personal, solo regalando un trozo de «The Boys Are Back in Town» de Thin Lizzy como cierre para un show que hizo volar sus cerca de 90 minutos de duración.

A ratos cuesta entender cómo una banda puede traspasar una idea en tantas personas diferentes, en áreas tan distintas como sus edades o apariencias. Al apagarse las luces, Bad Religion logró que los miles que se congregaron en el recinto de San Diego volvieran a una adolescencia compartida, una catarsis colectiva que entregó energías por montones sin importar lo que pasaría al día siguiente.

De hecho, aquel fue uno de los comentarios de Griffin durante su show: lo habían pasado tan bien que, como broma, anunció que darían otro show al día siguiente. El lleno total de esta noche dejó la vara alta, con muchos anunciando que se repetirían el plato. Todavía le queda batería a una banda como Bad Religion, con canciones que suenan una y otra vez con la misma fuerza adolescente. Y eso que nos enfrentamos a un futuro que no conoce a punkrockers en sus siete décadas. Al menos queda la seguridad que aquí todavía hay para rato.

Bad Religion

Fecha: 05/12/2023
Lugar: Teatro Caupolican
Productora: Bizarro
Fotógrafo:    @cqphotograpger
Periodista: Samuel Fuentes   @


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