La llegada al Parque Bicentenario de Cerrillos tenía una gran incógnita: ¿cómo estará después de la lluvia? Si bien los charcos no eran los más grandes y tampoco se generó mucho barro, la noche no permitió ver las consecuencias. Afortunadamente para todas y todos, no influyó en nada.
Aparte de eso, los ánimos habían quedado muy en alto después de los cierres que entregaron los Arctic Monkeys y Arca. El día también prometía bastante, en especial con un agradable sol que acompañó prácticamente todo el día.
Jessie Ware: Fiesta a plena luz del día
Otro de los tantos debuts que hubo en Primavera Sound fue el de Jessie Ware, británica que lleva años animando la escena bailable con una mezcla que entrega un pop con tintes de disco, soul, R&B y otros ritmos de raíces negras.
En compañía de un par de músicos, coristas y bailarines, Ware presentó un set enmarcado en la promoción de su último álbum What’s Your Pleasure, trabajo del 2020 del que eligió más del 80% de lo que presentó en el escenario Santander.
¿Tener todo concentrado en un disco fue problema? Para nada. La música de la europea cuenta con un sello propio que permitió generar una fiesta sin salir de su zona de confort. El calor, llamativo considerando la mini tormenta eléctrica del día anterior, no afectó en nada a los miles que llegaron a ver su show.
Con «Free Yourself» justo a la mitad de su set, el público ya se desató. Ella, incluso portando un látigo, comandó a un equipo que podía cumplir varias funciones a la vez, cantando y realizando coreografías en un escenario que no requería de ningún tipo de artefacto extra.
Un nombre que cumplió con creces, tanto en lo musical como en el efecto que tuvo en las personas ahí presentes. Era recién el comienzo de una tarde que traería otros tipos de sonido.
Sevdaliza: Algo faltó
En la ya calurosa tarde del domingo apareció un nombre no muy conocido por estas tierras. Al mismo tiempo que Inti Illimani se presentaba en el escenario Punto Ticket, en el Primavera estuvo la artista de orígenes iraníes y holandeses, generando curiosidad en varios cientos de personas que llegaron hasta aquel lugar del parque.
Sevda Alizadeh, más conocida como Sevdaliza, llegó junto a solo dos músicos a su escenario con varios minutos de retraso. A su derecha un baterista, a su izquierda un tecladista. De fondo una que otra imagen de apoyo, pero no mucho más.
De su talento y voz nada que decir, la artista tiene un rango envidiable, donde a ratos deja ver parte de su herencia árabe en la forma de vocalizar. Lo malo es que todo eso se diluye rápido.
«Human Nature» y «Oh My God» fueron algunas de las canciones con las que pudimos entrar un poco en su arte, pero solo superficialmente. Su propuesta sobre el escenario no daba espacio a involucrarse más, sino que solo a ser espectadores. No sé si habrá sido timidez o algo más, pero no fluyó.
Björk: Un sueño sobre un escenario
Una cálida tarde recibió a Björk, a las personas que integran la Foji (Fundación Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile) y al conductor Bjarni Frímann. El público estaba expectante. La figura de la islandesa es mundialmente conocida, manteniéndose a la vanguardia constantemente, pero la presencia de una orquesta cambiaba todo.
La misma cantante era una obra de arte andante. Cada parte de su apariencia venía de diferentes manos, como su máscara hecha por James Merry, el maquillaje de Johannes J. Jaruraak o la falda diseñada por Beate Karlsson. No hubo detalle alguno que no estuviera planeado. Verse así es parte de la creación completa.
La elección de canciones fue otra interrogante que minuto a minuto fuimos despejando. «Stonemilker» de Vulnicura, «Aurora» de Vespertine y «Come to Me» de Debut fueron las elegidas para comenzar. Cada una representa un momento diferente de la vida de la cantante, pero el reimaginarlas en formato orquesta hizo que se pusieran a una sintonía similar.
Una que no hubo que modificar mucho fue «I’ve Seen It All», canción perteneciente a la banda sonora de la película Dancer in the Dark, protagonizada por la misma Björk. Una sorpresa que fue recibida por los seguidores más cercanos de la artista, algo inesperado y mucho más con la compañía de tantos músicos sobre el escenario, lo que solo terminó por mejorar la atmósfera que aquella canción ya emana.
«Freefall» fue lo único que logramos escuchar de fossora, su última producción lanzada hace menos de dos meses. Björk sabía que estar junto a una orquesta no es algo que ocurra todos los días, por lo que buscó cómo aprovechar cada instante junto a ellos para permitirnos descubrir nuevas capas en varias de sus canciones. Exactamente eso ocurrió con «You’ve Been Flirting Again» e «Isobel», dos de las tres canciones de Vespertine que tendríamos en la tarde.
De aquel mismo trabajo sale la que quizá fue una de las canciones más disfrutadas: «Hyperballad». Haciendo gestos apuntando la cordillera al cantar «we live on a mountain…» se ganó al público, parte del cual intentó seguir la letra de la canción junto a ella, pero hasta en eso la cantante es impredecible.
Tras esta canción, la islandesa abandonó el escenario, pero no el resto de los músicos. Esto fue señal de quedarse y esperar por más, lo que llegó de la mano de «Overture» (también de la banda sonora de Dancer in the Dark) y «Pluto», original de Homogenic, pero que contó con una versión orquestal-techno. Ambas quedarán marcadas como algunas de las mejores canciones que ha interpretado en estas tierras.
La apariencia de Björk nos juega una gran ilusión: la del no paso del tiempo. Junto a la Foji escuchamos canciones de mediados de los 90 y otras con solo unos meses de antiguedad, pero todas sonaron igual de emotivas. Su voz ha tomado un camino muy marcado, pero que mantiene todos los matices que conquistaron al mundo desde Debut en adelante. Incluso un grito nos regaló al final, de aquellos con los que brilló en «It’s Oh So Quiet».
Así, sin darnos cuenta, pasó más de una hora y el show terminó. La sensación general era de asombro, de ver hasta qué punto se podía aprovechar una puesta en escena así. Cumplió todas las expectativas.