Fauna Primavera, día 3: Indie para todos los gustos


El jueves fue el día más extenso de toda esta versión de Fauna Primavera. La oferta era amplia: íbamos desde el indie rock de !!! hasta el neo-perreo de Tomasa del Real, la diva urbana Ms Nina y la electrónica nacional de Aeróbica, además de una decena de artistas más.

Dentro de aquel grupo también asomaba Metronomy, íconos del indie bailable que ya acumulan más de 20 años de carrera. Pero que no se nota. Quienes no los conocieran podrían pensar que es una banda con menos de una década de vida, tanto por lo actual de su sonido como por la energía que ponen sobre el escenario.

Esa misma cantidad de años, en los que han salido de gira con artistas del nivel de Coldplay o Justice, le han entregado ciertas herramientas que los ayudan a plasmar precisamente lo que ellos quieren durante el show. Todo es planeado, todo movimiento tiene su sentido. Que el resto no lo notemos es parte de la magia.

Además, al igual que varios artistas que aterrizaron en esta edición 2022, Metronomy llegó con un disco nuevo: Small World. Desde allí rescataron algunas canciones, como «It’s Good to Be Back», la que se mezcló dentro de un setlist que permitió ver todo lo que podían ofrecer, llegando incluso a los éxitos como «The Look» y «Holiday».

¿Y qué logramos ver en eso? Un grupo que es capaz de llenar un escenario entero, sea con cinco o tres integrantes. Es decir, presentaron su curriculum musical completo. Vimos guitarreos clásicos del indie, pero también sus guiños al movimiento nu wave de los 80, al dream pop que surgió en los 90 y a la indietrónica que despegó en los 2000. En esto último tuvo su momento de gloria, con un segmento instrumental dedicado solo a sus tecladistas y baterista que hizo bailar a gran parte del Movistar Arena.

Metronomy es un número calado y lo volvieron a demostrar. La teatralidad que ponen en su show, con sus integrantes señalándose para darse mutuamente momentos de fama bajo los focos, solo ayuda a transmitir la cohesión que tienen después de tantos años. Ya pasaron más de diez años desde la partida de Gabriel Stebbing y la reinvención funcionó.

El final estuvo a la altura de lo que esperábamos. Cada una de las notas que anteriormente se mostraban calculadamente para llevarnos a diferentes mundos se unieron en un mini caos, un jam estridente que fue la detonación de todo su potencial. Si quieren que bailemos, bailamos. Si quieren desorden, desorden obtuvieron. Un acierto.

Con el sol ya bajando, y una vez terminado el show del quinteto norteamericano, fue el turno de una artista nacional en uno de los escenarios exteriores. Y no era un nombre menor, era el de la inventora y pionera del neo-perreo: Tomasa del Real.

A pocos días de su cumpleaños n°36, la nortina se subió al escenario con más de alguna novedad. Si bien partió con uno de sus clásicos, «Barre con el pelo», pronto saltó a un tema nuevo llamado «Dembow Porno». Siguiendo la misma lógica sensual y provocadora de sus anteriores composiciones, hizo bailar a los cientos que se fueron agrupando poco a poco frente a su espectáculo.

Pronto llegaría Lizz al escenario para ser su compañera de labores. «La putería» y «Te gusta el perreo» serían algunas de las canciones en las que colaboraron, todo con sus características gráficas en 3D lo-fi y un set de baile que cualquier artista urbano desearía tener.

Ya sobre el escenario, Tomasa del Real no dejó pasar la oportunidad de nuevamente señalar la oportunidad perdida con su cambio de horario. «Y dime» debe ser uno de sus temas más conocidos en los últimos años y la posibilidad de verlo junto a Ms Nina en vivo era más que llamativo. Con tan solo un par de segundos la canción silenció las incipientes pifias escuchadas que aparecieron.

Radicada en Miami, Tomasa del Real recordó que hace mucho no venía a Chile. «Amiga», también junto a Lizz, también estuvo presente en un set que desenpolvó algunos temas oldschool como «La Vampira» o «Perra del futuro». Con esta última cerró un show que voló, invitando a una decena de personas al escenario para disfrutar esos últimos minutos. Hasta Soulfia apareció. Fue una hora sin pausas, tanto arriba como debajo de la tarima.

A pesar de que ya había llegado la noche y el viento más fresco, dentro del Movistar Arena el ambiente seguía caliente para esperar a uno de los platos fuertes de la noche. Nick Murphy, el nombre real detrás de Chet Faker, no pisaba Chile desde hace más de siete años, cuando solo contaba con Thinking in Textures y Built on Glass en su portafolio. Ahora, con Hotel Surrender (2021), tenía más que mostrar.

Para esto eligió un camino arriesgado, pero no ajeno a su quehacer: subirse solo al escenario. Y no cualquiera, sino que a uno muy minimalista, que contaba solo con una mesa con dispositivos electrónicos varios, una guitarra al centro y un teclado al costado izquierdo. De fondo, negro. Y al entrar lo hizo como recién salido de la cama, con ropa ancha y una bata desatada.

Un minuto con él y todo cambió. No era necesario tener una banda, grandes juegos de luces ni gráficas de última generación en la pantalla gigante. Su propuesta se podría describir como un remix de si mismo, ocupando diferentes herramientas para darle un valor agregado a una música que se podría mantener incluso solo con una guitarra acústica. De la misma forma, es un tipo de música que fácilmente podría ser acompañada por una banda, pero su elección es otra: estar bajo el control de todo lo que ocurre. Y funcionó.

A pesar de sacar canciones de otros proyectos, como el EP Work que publicó junto a Marcus Marr o al tema que sacó con Flume, fue todo de él. Con su guitarra te podía llevar a un sector más introspectivo, pero también te podía hacer bailar. Dentro de la cabeza de Murphy vive gran parte del universo musical indie. Encontramos folk, indietrónica más densa que la propuesta por Metronomy y otros acercamientos incluso a lugares como el R&B. Todo en uno.

De un comienzo más tímido, la misma reacción del público aleonó al norteamericano a explorar más el escenario. De esa forma, terminó acercándose al público para tocar guitarra y hacer pequeños gestos. Las luces se mantenían sobre él dándole muchas sombras, haciendo que su rostro no fuese siempre visible, excepto cuando se apoderaba del instrumento de seis cuerdas.

Ese trance, esos pequeños momentos donde se desconectaba de los botones, le dieron un aire diferente. Chet Faker podría hacer el mismo setlist solo con esa guitarra y lo haría sonar completamente diferente. Esa no es una característica que se vea siempre, en especial cuando todavía en el 2022 tenemos artistas que se mantienen en un carril seguro, incluso sin modificar sus shows entre país y país.

Ya iba más de la mitad del show cuando llegó «Gold», quizá uno de sus temas más conocidos a nivel mundial. Y, de nuevo, en vez de jugar seguro aprovechó de hacer ciertas modificaciones que le dieron un sabor diferente. Pensando en el show de Lollapalooza del 2015, «Gold» parece envejecer muy bien.

Cerca del final se dio el pequeño gusto de improvisar, algo que también fue también un regalo a quienes querían verlo específicamente a él. No eran pocos ni pocas. El ánimo nunca bajó, por lo que aprovechó ese impulso incluso para cerrar con «Low», uno de los singles de su último trabajo. Al igual que con Tomasa del Real, ni se sintió el paso del tiempo. Cuando la preocupación es bailar y pasarlo bien, ni nos damos cuenta de cómo avanza el reloj.


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agendamusical

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