A pesar de algunos momentos de mayor popularidad, el folk nunca ha sido de lo más masivo en el mundo de la música. Tiene un algo que muchos otros géneros no tienen, como lo es entender el mensaje detrás de las letras y que no sea solo ritmos entretenidos. Quizá es uno de los pocos géneros que requieren esa conexión para que las canciones lleguen completamente. El sábado en la noche tuvimos a dos artistas internacionales que requieren de ese pre-requisito.
La primera fue Gigi Perez, norteamericana descendiente de cubanos que saltó a la fama gracias al talento demostrado en TikTok hace varios años. Aquella irrupción en la red social china llegó justo en un momento de dificultad en su vida personal, traspasando aquella emoción en canciones que incluso la llevaron a firmar con un sello internacional poco tiempo después.
Repasando cancioones antiguas, así como otras más recientes como «Sailor Song», fue poco más de media hora que caló hondo en muchas personas. Y es que es justo un tipo de música que saca lágrimas, ese tipo de conexión que mezcla el significado de la persona que interpreta con la experiencia personal.
Esa misma energía se mantuvo durante el desmonte de su show, minutos que pasaron rápidamente para que puntualmente a las 21:00 h. se apagaran las luces y empezaran a salir a escena los músicos que ayudan a dar vida al show de Hozier.
El irlandés siempre al centro, con un moño sujetando su pelo y prácticamente siempre con una guitarra al hombro. Rodeándolo más de una decena de músicos divididos entre cuerdas, teclados y percusión, todos con la misión de acompañar musicalmente a una figura que fácilmente se podría sustentar por si misma, pero que decide no hacerlo. Ahí comenzamos rápido con «De Selby (Part 1)» y «De Selby (Part 2)», cortes de su más reciente álbum Unreal Unearth que da título a su actual gira mundial. Acá no solo pasa por el inglés, sino que por primera vez incluye el irlandés en sus grabaciones, guiño de reivindicación a su nación. Para esto incluso añade subtítulos en las pantallas, porque entender es parte fundamental.
Ya en este tercer trabajo se consolida su sonido, uno que descansa muchas veces en lo potente de su voz y en la forma que tiene de proyectar sin necesidad de gritar. Tampoco se puede pasar por alto lo que provocó en gran parte del público con gestos tan simples como soltar su pelo o hablar algunas palabras en español, emociones que también permitían generar una mayor intimidad. Éramos miles en el Movistar Arena, pero cantaba como si fuese un grupo mucho más pequeño.
Este disco salió meses después de su anterior visita a Santiago como parte de Lollapalooza Chile, encontrándonos también con un show ya probado en múltiples ocasiones, tanto en la presentación de estas (relativamente) nuevas canciones junto con aquellas de sus primeros discos. En estas últimas, él mismo conoce el efecto que tienen al mostrarlas nuevamente, siendo uno de los puntos altos la dupla de «It Will Come Back» y «Like Real People Do» llegando a la mitad de la primera parte de su set.
Y así como repasó lo clásico de su sonido folk, también pudimos ver ratos más rockeros y otros incluso bluseros. Sin la presión de tener que sorprender ni mantener a la gente saltando, Hozier se enfocó en lo que mejor hace: cautivar en base a una forma de cantar que se sostiene en la emotividad que entrega, desligándose de gran parte de lo musical al apoyarse en una banda que cumple de gran forma.
Esta primera parte del show, calcada a lo hecho en otras ciudades de la región, no tuvo gran participación del lado político del músico, uno que nunca ha escondido en ninguna de sus presentaciones. Eso sí, tras interpretar el exitoso single «Take Me to Church» recibió una bandera del orgullo y otra de la comunidad trans, levantando ambas para ponerlas sobre el mástil de su micrófono. Ambos grupos que ha apoyado históricamente durante su carrera, incluso en momentos donde el conservadurismo va en avanzada.
Con solo un par de minutos fuera del escenario, llegaría una de las grandes sorpresas de la noche: su aparición en un escenario secundario, ubicado entre el sector vip y el general. Un pequeño gesto a la democratización de los espacios dentro de los shows musicales, permitiendo a quienes se encontraban más atrás de disfrutar la experiencia de verlo a pocos metros. Primero acústico para «Cherry Wine» y luego con su banda completa acompañando desde el escenario principal para «Unknown/Nth», Hozier hizo de aquel momento uno de los más especiales dentro de la noche, siempre agradeciendo todo el apoyo de quienes pagaron su entrada para ir a verlo.
Ahora sí, tras casi interpretar su set completo, el músico repasó su discurso político. Mensajes contra el colonialismo y el imperialismo, un llamado a fortalecer la democracia y a no caer en la «instrumentalización» del racismo para ponernos unos contra otros y más. Incluso la defensa de la comunidad LGBT+ y a favor de un alto al fuego por el genocidio en Gaza: Hozier demuestra que es posible hablar de temas complicados sin hacerlo difícil. Al final su mensaje se resume en empatía, en no desear el mal al prójimo, tomando esa fuerza para el último par de canciones de la noche: «Nina Cried Power» y «Work Song».
Ver a Hozier no es para terminar con las piernas muertas de tanto saltar ni con la voz rota de tanto gritar, pero sí de reconocerse en el mensaje que el irlandés busca instalar. Es la consolidación de una pequeña comunidad, un sentimiento de pertenencia en base a un contenido que tiene la música como soporte, pero que va mucho más allá. Recién con 35 años, al músico todavía le queda mucho por recorrer. Al menos la hoja de ruta ya la conocemos.
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