Primavera en la Ciudad, la serie de shows con los que Primavera Sound abrió su fin de semana de debut en nuestro país, tenía nombres realmente interesantes. Al show de Bad Gyal del miércoles se sumó una larga jornada de música el jueves, contando con -entre otros- Japanese Breakfast y Helado Negro. Este último se presentó en el Club Amanda ante algunos cientos de personas en un ambiente muy tranquilo y relajado, tal como su música.
De todas formas, no fue solo su presentación, ya que previamente estuvo The Ganjas y Carolina Durante en aquel escenario. Pero él, como plato fuerte, debería haber salido a escena a las 22:45. Esto recién ocurrió diez minutos después, pero no importó mucho.
Tres músicos vestidos igual, incluso coincidiendo en un cinturón con el nombre de su último disco Far In escrito con piedras brillantes, se mostraron ante el público y la atmósfera cambió. Con una gran sonrisa apareció Roberto Carlos Lange, norteamericano de raíces latinas que habla un perfecto español, algo que ayudó a conectar mucho más con el público.
El comienzo fue súper tranquilo, interpretando «Purple Tones» junto a suaves rasgueos de su guitarra. Lo suyo era más la performance que lo instrumental, área donde el músico encargado de las cuerdas se llevó gran parte del peso, cambiando constantemente de guitarra a bajo e incluso hasta un sintetizador.
Cuando se quitó la guitarra con «Gemini and Leo», la cosa cambió. Todo se volvió bailable, comandado por él sobre el escenario, moviéndose de un lado a otro repartiendo buen humor, gestos, risas y más. La tarima era suya, los músicos estáticos atrás no interrumpían de ninguna forma su tránsito. Detrás de todos, una gran pantalla acompañaba solo con imágenes de apoyo de su último trabajo. Todo era muy simple y efectivo.
Con «There Must Be a Song Like You» ya se ganó al público, haciendo bailar a prácticamente todos los que estaban en el lejano recinto de Vitacura. «Aguas frías», «Hometown Dream» y «Agosto» trajeron de vuelta esa atmósfera chill, de relajación, de música que se podría escuchar en un día tranquilo y sin preocupaciones.
A ratos el show se pone experimental, con el líder del proyecto jugando con un sintetizador, simplemente pasándolo bien. Él mismo recordó que su última visita había sido hace cerca de siete años, agradeciendo también todos los regalos que le habían hecho. Realmente se estaba pasando genial en esa cerca de una hora que ya había pasado.
El norteamericano mostró todo el rango vocal que lo caracteriza, siempre acompañado de una atmósfera que contagiaba su buen humor. Sus tímidos «gracias» al final de cada canción solo mejoraban el ambiente. Con «La Naranja» terminó la primera parte de su set, cuando iba algo más de una hora de show. Eso ya llamó la atención.
Poco duró fuera del escenario, volviendo para interpretar una muy bonita versión de «País Nublado». Con esto pensábamos que llegaría otra ronda de canciones de aquel álbum, pero algo lo interrumpió: un miembro de la producción subió al escenario y le dijo que debía terminar el show. Poco después, mientras él todavía se despedía, las luces se apagaron y el desconcierto apareció.
Después se supo que en el setlist quedaban dos canciones más («Running» y «Ya no estoy aquí»), las que solo quedaron escritas en la hoja impresa que luego regalaron al público. Fue un corte demasiado abrupto para un momento que estaba siendo muy íntimo y agradable. Así, sin muchas explicaciones, tanto los músicos como el público entendieron que todo había terminado. La sensación fue algo amarga, pero el resto del espectáculo no se borra. Un retorno esperado, pero más todavía lo es su próxima visita. Faltó tiempo, nada más.
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