Por Vicente Flores
Aunque había gente de todas las edades, era evidente la hegemonía de la generación X en el Teatro Caupolicán. Aquellos que tuvieron la suerte de escuchar los discos de Skid Row y Mr.Big apenas salieron, y que luego se iban de fiesta mientras seguían sonando esos viejos cassettes, cuyo significado los marcó para siempre, pues las dos bandas mencionadas son de las mejores en cuanto a hard rock como género. Y ayer, miles de fanáticos gozaron del privilegio de escucharlas en una misma noche.
Pese a que aún quedaban entradas a la venta, los primeros en llegar al recinto ubicado en calle San Diego no tardaron en encender el ambiente. Esto, apenas abrió la jornada Queen Milk, banda nacional de hard rock. Su sonido es similar al de las mejores bandas ochenteras de aquel estilo, de modo que no fue difícil entrar en sintonía con los presentes.
La buena onda e interacción constante con el público sería un anticipo de lo que vendría minutos más tarde, cuando a las 8 en punto, se subió al escenario uno de los cantantes más emblemáticos del rock: Sebastian Bach.
Entre fines de los 80 y principios de los 90 fueron muchas las vertientes rockeras que disfrutaban de popularidad. Sin embargo, el grunge y el glam rock/metal marcaron a los rockeros de aquella época. El primero llegó para destronar al segundo, pero sería erróneo afirmar que no alcanzaron a convivir.
Dentro de esta segunda corriente, entre los más pedidos por las radios y productoras se encontraba Skid Row. Similar a Motley Crue, Posion o Ratt, los originarios de Nueva Jersey supieron cómo sobresalir ante tanta oferta parecida.
Y uno de los sellos de Skid Row lo otorgaba su vocalista. Bach llegó poco después de formada la banda, y de inmediato aportó con una calidad vocal excelsa. Siempre su nombre figura entre los más destacados del rock/metal. Por eso mismo es que, a medida que se acercaban las 8 de la noche, el teatro empezaba a coparse.
Apenas se dejó ver, la cancha era un mar de gente. Él, imponente como de costumbre, se contagiaba del éxtasis reinante. Debajo de sus alocadas mechas rubias, una polera de Kiss y pantalones rojos cubrían su innegable impronta de rocksta
Su setlist incluía muy poco de su carrera solista, lo que fue agradecido por los fans. No es que su etapa en solitario sea mala, pero lógicamente, la mayoría de los asistentes morían por oír los hits de Skid Row. Y así fue. Un poco más de una hora en que Bach no parecía telonero, sino que el show principal. En todo, caso por algo la gira de Mr. Big incluía el “+ Sebastian Bach”, puesto que, más que telonero, el artista de 56 años era un complemento del mismo peso que la otra agrupación.
“18 and Life”, “I Remember You” y “Youth Gone Wild” fueron las más coreadas. Indudablemente, esos tres temas son los mayores éxitos de Skid Row, por lo que marcaron los puntos más álgidos de la velada.
Bach lo paso excelente. Se dio hasta tiempo para firmar discos y libros de sus fans, así como de hablar -a medias- español. En tres ocasiones utilizó un idioma ajeno para él, pero la intención fue vitoreada por la audiencia. En definitiva, la sencillez con que se mostró el viejo rockero le dio un plus a su gran presentación.
Es obvio que no canta como hace treinta años, mas su inagotable energía y esfuerzo sobre el escenario es digno de admirar. Un gran artista, Bach. Acompañado de muy buenos músicos, brindó un espectáculo de primer nivel, por lo que cumplió con las expectativas.
Mientras el vocalista chocaba puños con su fanaticada, su guitarrista exhibía lo escrito en su instrumento: “Let´s Go Santiago”. Casi al final de su show, Bach pidió aplausos para grandes estrellas del rock que ya partieron, como Dio, Lemmy Kilmister, Eddie Van Halen y Neil Peart. Este último, canadiense al igual que quien lo nombró, algo que mencionó con mucho orgullo.
Incluso, se dio el lujo de interpretar algunos versos de “Heaven and Hell”, el clásico de Black Sabbath junto a Dio. Aquello fue el punto final de una presentación excelente, como cuando -y que él mismo recordó- le tocó telonear a Guns And Roses en 2010, y tuvo la difícil tarea de apaciguar al impaciente público que aguardaba por un, extremadamente impuntual, Axl Rose.
Finalmente, cerca de las 21:45 estaba todo preparado para la, quizás, última presentación de Mr. Big en Chile. Esto, porque la gira llamada “BIG Finish” hace eco de lo que, en teoría, es su último recorrido por el mundo. Al igual que muchos artistas, puede que se trate solo de una maniobra comercial. Por ahora, debería haber sido su último recital en Chile.
Por ello, todas las luces de mundo del rock estaban puestas en este supergrupo, integrado por virtuosos músicos y un vocalista de primer nivel. Eric Martin (voz), Paul Gilbert (guitarra) y Billy Sheehan (bajo) son de los más destacados en sus instrumentos. De hecho, tanto Gilbert como Sheehan han dado clínicas de música en Chile y el mundo.
Por desgracia, el histórico baterista de la agrupación, Pat Torpey, falleció en 2018. Por ello, actualmente lo reemplaza Matt Starr, tremendo músico que se acopló de buena forma al grupo.
Con clásicos como “To Be With You”, “Wild World (cover de Cat Stevens)”, «Daddy, Brother, Lover, Little Boy» y «Addicted To That Rush«, los formados en Los Ángeles cautivaron al público ochentero/noventero que se presentó en el Caupolicán.
Como en todo concierto, había gente de todas las edades, pero vuelvo a recalcar que, en esta ocasión, fue notorio el rango etario dominante. Cuarentones y cincuentones estaban de local, pese a la no menor cifra de veinteañeros y treintones.
En consecuencia, los rostros de los presentes se iluminaban apenas sonaba clásico tras clásico, melodía que reemplazaba a una mejor todavía. Así fue como, tras gozar con Bach, Mr. Big dio cátedra de rock. Los solos de Gilbert y Sheehan, ambos de larga duración, no permitieron a nadie despegar la vista del escenario. Las pocas luces no eran necesarias, dado el brillo propio con que los integrantes de Mr. Big entregaban un espectáculo de lujo.
Con homenaje a Van Halen entremedio de algunos acordes, así como con un cierre en honor a The Who, con la gran interpretación de “Baba O’Riley”, el cuarteto dio término a una gran noche de hard rock.
Caracterizados por su virtuosismo, no desentonaron. Incluso, se dieron el tiempo de jugar, pues intercambiaron roles al tocar “30 Days in the Hole”, cover de Humble Pie.
A diferencia del ex Skid Row, Martin se caracteriza más por su bajo perfil arriba del escenario. No obstante, es solo un detalle. En todo momento se mostraron agradecidos del público nacional.
Así fue la nostálgica noche del hard rock, con dos tremendos exponentes del género. Los asistentes tuvieron la suerte de ver a leyendas de antaño, puesto que no se sabe hasta cuando seguirán brindando espectáculos. Es probable que sea cierto lo de su gira final, pero habrá que esperar. En cuanto a Bach, tiene para rato, pero es mejor ver a tu artista favorito apenas anuncia shows, para así no lamentarte en un futuro cercano la oportunidad perdida.
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