Primer día de Daddy Yankee en Chile: La última visita del rey


Tras meses de espera, el día llegó. Daddy Yankee ocuparía el escenario del Estadio Nacional para dar inicio al primero de los tres días que marcarían el final de su carrera en Chile, tierras donde tuvo grandes pasos como el inolvidable trono que descendía desde lo más alto de la Quinta Vergara en el Festival de Viña del 2006.

Pero antes de pasar a eso, primero fue Polimá Westcoast el encargado de prender al público en una tarde que, afortunadamente, no fue tan helada como otras de septiembre. El joven no solo desplegó todo su manejo sobre el escenario dentro de una meteórica carrera que ya lo llevó al recinto de Ñuñoa con 25 años, sino que muchos de los singles que ha presentado en los últimos años.

Como gran parte de la escena nacional, son pocas las canciones completamente en solitario que maneja en su repertorio, tanto con compatriotas como con artistas internacionales. Así es como sacó a relucir algunos éxitos como «Te quiero ver» con Ceaese, «Cu4tro» con Aron y Pablo Chill-e o una de sus últimas, «Kawaii», junto a J Balvin.

La ansiedad del público quizá le bajó algo la energía al espectáculo de Polimá, pero cumplió de muy buena forma durante los cerca de 40 minutos que duró su show. Este lo cerró con «Ultra solo», uno de las canciones del año a nivel nacional y que también ha golpeado fuerte en otros países. Imposible olvidar esa foto de Dua Lipa.

Minutos después, con el artista ya fuera del escenario, los gritos fueron aumentando. Desgraciadamente, lo que ocurría fuera del recinto igual impactó y generó comentarios dentro de las diferentes canchas. Desde general se pasaron a cancha vip durante mucho rato. También se escuchó en más de una oportunidad que el espacio de este último sector también tenía dimensiones diferentes a las señaladas previamente, con más gente por metro cuadrado de la que se pensó.

Quizá para calmar ese ambiente es que el show comenzó minutos antes de lo que se había anunciado a través de los canales oficiales. Una cuenta regresiva de cinco minutos hizo que los ruidos fuesen en aumento mientras más se acercaba al cero. En aquel momento los miles de ojos estaban puestos en el escenario, esperando la salida del boricua. Al salir, todo explotó.

Si bien la gente no dejaba de moverse de un lado a otro, de galería a cancha o de cancha a cancha vip, tener las luces apagadas hizo que el foco solo se lo llevara Daddy Yankee, calmando en algo la situación. Y el comienzo fue arrollador. No hubo pausas en el comienzo, canción tras canción, recién tomando una pausa después de «Problema», donde toda la gente puso a prueba su voz con los gritos de «esa gata es problema».

A una semana de Coldplay, el escenario era opuesto: Dos niveles y una pantalla de fondo era lo único que acompañaba a músicos y bailarines. Aquí se venía a bailar más que a disfrutar de las distintas visuales que se pudiesen ofrecer. La enorme pantalla de fondo no fue utilizada solo con gráficas, sino que apoyó constantemente al puertorriqueño para que la mayor cantidad de gente pudiese ver. Considerando que el escenario era en el Estadio Nacional, era lo mínimo que se podía esperar.

«Rompe», «Machucando» y «Lo que pasó, pasó», así continúo este show. Éxito tras éxito, todos ellos sin fecha de vencimiento y con fecha desconocida de nacimiento. «Rompe», por ejemplo, ya tiene más de 15 años. El público, por su parte, iba desde preadolescentes a treinta, cuarenta, cincuenta e incluso más años. El tiempo pasa rápido, ya son varias las generaciones que han adoptado los ritmos de Daddy Yankee dentro de su inconsciente, les guste o no el género. Y eso se reflejó, prácticamente todo salía sin esfuerzo alguno. Incluso se dio el gusto de mostrar que no todo en su repertorio es reggaetón, con una pequeña parte de bachata que también hizo bailar a muchas y muchos.

Los hits salían unos tras otros: «Tú me dejaste caer», «Mayor que yo», «No me dejes solo», «Tu príncipe» y así podría seguir por muchas más. Todas bien rápido, todas juntas y listas para ser disfrutadas como en un carrete más. El querido Ramón Ayala sobre el escenario lo daba todo, se movía de lado a lado y manejaba al público a su antojo. Llevaba el tiempo a su ritmo, más de 20 años sobre los escenarios lo han forjado quizá como el artista del género con mejor manejo. No explota lo emocional, no habla demasiado, calzando perfecto con lo que se buscaba.

Al igual que Polimá anteriormente, muchas de estas canciones son interpretadas junto a variados artistas, desde Sech hasta Bad Bunny. La pantalla gigante que anteriormente nombré también apoyaba mucho esto. No solo eran imágenes de los artistas que hacían el feat, sino que grabaciones de ellos interpretando las canciones especialmente para ser desplegadas en esas pantallas. Puede ser un detalle, pero muestra como cada una de esas personas que compartió con Daddy Yankee fueron capaces de darse el tiempo para entregar ese tipo de contenido, sumando más y más a un show que musicalmente fue impecable.

Los saltos hacia el pasado y el presente también sirvieron para dar cuenta cómo Daddy Yankee se ha mantenido constantemente presente en el género. Entre el remix de «Soltera» con Lunay hasta «Llamado de emergencia» pasaron más de 10 años, pero ambas canciones provocaban lo mismo: baile, baile, baile.

Y así seguía: «Pose» y «Somos de calle» se mezclaban con «Enchuletia’o» y «Agua». Si bien muchas personas pueden pensar que en este género no hay innovación, mantenerse constantemente en el éxito sin saturarlo tiene un valor súper grande. Los pasos entre canciones no notaban ninguna diferencia, como ocurre en otros espectáculos donde los artistas ven bajar considerablemente la reacción del público con lo nuevo. Aquí se disfrutó todo.

«Cójela que va sin jockey» no solo se cantó, sino que también sacó risas con los gritos de «Luny Tunes». Entre tema y tema había poco espacio para hablar, así que solo se escuchana los «ooooh, temazo» cada vez que partía una. La facilidad para mostrar más y más canciones, todas conocidas, es algo envidiable en cualquier músico.

Luego de más de hora y media, tiempo que claramente pasó volando, Daddy se empieza a despedir. Saluda a sus músicos, todos brandeados con el logo de la cabra y la palabra Legendaddy. También aparece algo que se pensaba era una piedra desde lo alto del escenario, pero terminó convirtiéndose en un inflable gigante del cantante. Como dato: la cabra aparece por ser la traducción de «goat». De la misma forma, «goat» es la sigla de «greatest of all time», es decir, el mejor de todos los tiempos. Si eso se lo cree el mismo Daddy, el resto solo acatamos y disfrutamos.

Incluso aparecieron corpóreos, entidades muy queridas en Chile por motivos todavía relativamente desconocidos, con diferentes épocas del músico. Fue un repaso por lo grande de su carrera, por aquello que lo llevó a conquistar no solo el mundo latino, sino que también el norteamericano.

«Con calma» y «Dura» se fue acercando el final, pero faltaba el clásico de clásicos, el que hizo que hasta los metaleros de comienzos de los 2000 se supieran una canción de reggaetón: «Gasolina». Sin que nos diéramos cuenta, este éxito ya cumplió la mayoría de edad, pero ha envejecido como el oro. Parejas bien pegadas bailando, otros saltando y gritando. Todo lo posible se ocupó para despedir a esta canción en una de las últimas oportunidades que la escucharemos en grandes parlantes y en vivo. ¿Fue un cierre perfecto? Yo creo que sí. No hay otra canción que tenga una posición así.

A pesar de ser uno de sus conciertos de despedida en el país, el músico prefirió que fuera celebración. En algún momento su voz se quebró ante los incesantes gritos del público: «Daddy no se va», «Ole, ole, ole, Daddy» y muchos más, variedad no faltó, pero no se inclinó hacia lo sentimental. La noche es joven y se tiene que aprovechar. “La Última Vuelta World Tour” fue solo el título de la gira, nunca tuvo un peso que le restara fuerza en la medida que se desarrollaba el espectáculo.

La despedida del puertorriqueño nos abre un espacio que se seguirá agrandando en los próximos años: el retiro de los músicos de los géneros urbanos de los 90-2000. Si bien todavía es algo lejano para las y los amantes del k-pop, pensando en otras áreas que explotaron en la última década, en el reggaetón se ve más cercano. Pero ya vemos que los retiros no son despedidas, son solo pausas. Por mucho que lo quiera, Daddy Yankee nunca dejará de se Daddy Yankee. Al menos no mientras sus canciones sigan teniendo este efecto. Y eso seguirá siendo así.


Like it? Share with your friends!

0

0 Comments

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *