Fecha: 04-05-2022
Lugar: Movistar Arena
Productora: DG Medios
Fotógrafo: Cristhian Quiroz
Periodista:
Poco más de cuatro años tuvieron que pasar para que Gorillaz llegara nuevamente a nuestro país, tiempo que solo sirvió para alimentar las ganas por ver a la banda encabezada por Damon Albarn. El reencuentro llegó, pero con algunos deja-vu.
Al comparar los dos setlist de sus presentaciones en Chile, vemos que se repiten varias: «M1 A1», «Last Living Souls» y «Tomorrow Comes Today». La receta de los ingleses tiene mucho sabor, pero no es novedosa. Eso sí, no lo necesita en absoluto cuando el resultado es así de bueno.
Llamativo fue ver que gran parte del público era sub-25 disfrutando canciones como las anteriores, que tienen más de 15 o 20 años de vida. Albarn parecía contagiarse de esto, dándole todavía más fuerza a su personalidad profesionalmente extrovertida. Sabe cuándo acercarse, poner caras, jugar con el público o ponerse serio. Sin duda uno de los frontman que mejor relación tiene con el país.
Volviendo a la música, una de las canciones que varió en el comienzo de sus espectáculos fue «Strange Timez». Siempre es un placer escuchar una colaboración con Robert Smith, pero cantar en vivo sobre esa pista grabada no fue la mejor opción. Es un recurso súper utilizado, especialmente en la actualidad con artistas del trap o reggaetón que cuentan con muchos feat, pero que no tuvo una gran ejecución. Funcionó, pero no brilló.
Ese mismo problema de audio le jugó una mala pasada a Jeff Wootton, guitarrista que ya lleva una década dentro de Gorillaz, que se vio afectado más de una vez por problemas con su guitarra y pedales. Detalle a señalar es que aquella guitarra fue la última en ser ocupada en la prueba de sonido, ya algunos minutos después de las 21:00 horas.
De todas formas, muy profesional de su parte, terminó las canciones como pudo. Más de una vez fue cubierto por Damon Albarn, pero se notó demasiado. Y no solo en la música: su cara intentaba ser lo más amable posible frente a la frustración de no poder hacer lo que mejor sabe. Quizá a la distancia no se notó, pero los pisotones con los que intentaba hacer funcionar sus equipos lo dejó en evidencia.
Sobre el repertorio, pasaron por todo: el sonido más denso con «Every Planet We Reach Is Dead», su parte más movida con «Rhinestone Eyes» como ejemplo o los clásicos, entregando grandes versiones de «19-2000” o “Feel Good Inc.”. Se puede decir que fue uno de esos setlist que realmente dejan satisfechas a todas las personas. Si falta una es solo por un gusto demasiado personal, lo «importante» está.
Un gran acierto fue en la conformación del cuarteto que sirvió de coro. No desentonaron en ningún momento, tanto en lo colectivo como en lo individual, además de protagonizar el único momento de la noche en donde sí se sintió bien el escuchar voces sobre la pista pregrabada con «Dirty Harry».
Pero no todo era antiguo, también tuvimos la oportunidad de escuchar «Cracker Island», uno de los últimos temas presentados por Gorillaz y que, al menos en su versión de estudio, cuenta con la participación del talentoso Thundercat. Pasó lo mismo que con otras canciones del proyecto, metiéndose en diversos mundos sonoros, pero siempre manteniendo una identidad que permite identificar quienes son. Aprueba, completamente.
El concierto avanzó muy rápido y con pocas pausas. Finalmente fueron 28 canciones las que se presentaron en casi dos horas, casi como una competencia contra si mismo y que el resto del grupo tuvo que aprender a enfrentar. Albarn ya lleva más de 30 años sobre los escenarios, pero su energía no baja, paseándose entre los micrófonos, guitarras, teclados y más. Esa vitalidad es la que también impregna a todo Gorillaz, independiente de quienes estén dentro de la agrupación o cuántos años lleven dando vueltas por el mundo.
Los personajes de Gorillaz han cambiado mucho con los años. Han tomado diferentes caminos, apariencias, personalidades y más. Eso mismo ocurre con la banda, como un tránsito normal de la vida. No es un lugar para aparentar. No porque sean dibujos animados quiere decir que se aferrarán al pasado solo para que la banda reproduzca algo sin alma.
El cierre del show es conocidísimo, incluso siendo el mismo que ocuparon en su primera (y única) visita a Chile. El que «Clint Eastwood» termine con un remix en vivo estuvo entretenido, pero le quita fuerza que después hayan aparecido dos canciones más. Nuevamente, solo un detalle que no empaña una presentación que podría estar en cualquier escenario del mundo.
«Damon Days» fue el cierre perfecto para un reencuentro más que esperado. El líder de la banda sabe lo que provoca en Chile y se aprovecha de eso para crecer. Tiene un público que le compra todo, que le sigue el juego en lo que quiere, que disfruta sus canciones a grito y empujones. Este país tiene ese tipo de personajes regalones. Con cada visita, Albarn va escalando más y más.
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