Llegó la fecha de una nueva versión de Fauna Primavera, uno de los eventos animadores del último tramo del año en nuestro país. Dividido en tres días, en esta oportunidad se realizó completamente en Santiago Centro. El primer día, inicialmente agendado en el Movistar Arena al igual que los dos siguientes, se trasladó al Teatro Coliseo por el número de asistentes que llegaría.
El día partió algo convulso. La baja a última hora de Devendra Banhart, uno de los tres números que estaban anunciados para la tarde, mermó en algo la convocatoria. Los otros dos se mantuvieron: la cantautora nacional Rosario Alfonso y los próceres del indie pop, The Magnetic Fields.
Alfonso sorprendió desde un comienzo. Además de entregar un pop fuera de lo común, con influencias del folk y otros mundos, se mostró con una personalidad no muy vista dentro de artistas que dan sus primeros pasos en escenarios grandes. Ya fuese con guitarra o con su cuatro, logró generar una atmósfera lo suficientemente cercana para que la gente pusiera también atención a sus letras. Se anotó un gran punto.
A su hora de presentación el teatro no estaba ni a la mitad de su capacidad, algo que ayudó a llegar más directamente a esa gente. «Alcohuaz», «A la primera», «Tus ojos claros» y «Sácate las ganas» fueron algunas de las canciones que presentó, metiendo parte de romanticismo con otras de experiencias personales que lograron acortar mucho la espera por el plato principal.
Algunos minutos después de que Rosario Alfonso y sus acompañantes dejaron el escenario, apareció Stephin Merritt sobre el escenario junto al resto de su banda: Sam Davol con su cello al centro del escenario, a su derecha Shirley Simms. Detrás de los tres, Anthony Kaczynksi con su guitarra y Chris Ewen en el teclado. Todo muy simple, sin parafernalias ni nada.
Todo partió con «Castles of America» y «I Don’t Believe in the Sun», con Merritt apoderándose de todo el espacio con su profunda voz. De entrada hizo una solicitud debido a la hiperacusia con la que vive: eviten silbar. A pesar de llevar un tapón en su oído izquierdo, aquello era necesario para no perturbar la salud del músico que por primera vez llegaba a Chile. Y bueno, a Sudamérica en general.
Pero no fue suficiente. Se entiende que su petición, realizada en inglés, no fuese entendida por todas las personas presentes. También se puede comprender que muchas de esas personas no conocen a Merritt con el detalle suficiente para saber sobre su hiperacusia. Ahora, el seguir silbando durante prácticamente todo el concierto, incluso cuando el resto de los presentes gritaban que dejaran de hacerlo, no se entiende. ¿Cuál habrá sido la idea? Incluso se lo intentó tomar con humor, diciendo que si no silbaban, podían tocar otra canción más rápido.
El líder de los norteamericanos se veía notoriamente afectado, quizá no tanto por el silbido en sí, sino por la insistencia. No fue uno, dos o tres. Tampoco fue solo desde un sector del teatro. El hastío era notorio, incluso en la cara de otros de los integrantes de la banda cuando volteaban a mirarlo. Cuando hablamos de temas de salud, la producción debió haber tomado un rol más activo en la prevención. Hasta un par de carteles, pero aquí hubo nada.
Del show en sí, y esto de forma completamente positiva, no hay mucho que decir. The Magnetic Fields no proponen shows con grandes sorpresas, movimientos, juegos de luces, humo y todo eso a lo que nos han acostumbrado los espectáculos de grandes arenas. Apegado a lo que viene haciendo desde hace ya treinta años, tanto en este grupo como en sus otro proyectos, Merritt se dedicó a interpretar sentidamente cada una de sus letras, sean de amor, más personales u otras más graciosas. Y eso es a lo que iban sus seguidores.
Un momento algo tenso se vivió tras la interpretación de «Kiss Me Like You Mean It»: al terminar, Merritt dejó el escenario y caminó hacia el backstage. Era evidente el motivo. Por suerte volvió sin inconvenientes. Canción tras canción, solo con pequeñísimas presentaciones, el quinteto avanzó en un setlist que superó las 20 de extensión. En esos pequeños comentarios logramos saborear parte del sentido del humor del cantautor, como con «The Day the Politicians Died» con dedicatoria a la situación política de Argentina.
La compenetración con el resto de la agrupación era notoria. Cada uno tuvo su espacio para brillar. Con «Papa Was a Rodeo» o «The Biggest Tits in History» pudimos ver como Simms o Kaczynksi tomaban el control del sonido. Merritt podrá ser el principal, pero no el único.
Incluso teniendo cuatro músicos con instrumentos de cuerdas sobre el escenario, la claridad nunca se perdió. A veces sonaban todos los instrumentos como uno, en otras -como en «The Book of Love»– solo un instrumento fue necesario. Habían pequeños elementos que hacían pensar en bandas como Beach House, lo que rápidamente traía a la mente la importancia e influencia que The Magnetic Fields ha tenido en la escena musical de los 90-2000. No por ser más calmos y bajo perfil quiere decir que no hayan sido una de las primeras olas dentro de aquel mar.
Así, después de casi hora y media, el líder anuncia la última canción: «’14 I Wish I Had Pictures». Tras una salida de menos de dos minutos, volvieron para recibir más aplausos y tocar la que -ahora sí- sería la final, eligiendo para ello «A Chicken With Its Head Cut Off». Su rápida ejecución hizo pensar que habría más, pero no. Es decir, hubo más: algunos aseguran que «100.000 Fireflies» y «It’s Only Time» estaban en el setlist, pero no fueron interpretadas.
En otros momentos hubiese quedado en el aire el motivo por el cual dos de las canciones del setlist simplemente quedaron fuera, pero los constantes silbidos tuvieron su efecto. Y uno horrible. La primera vez de The Magnetic Fields en Chile se disfrutó mucho, pero no se puede negar que tuvo momentos amargos y por culpa de ciertos personajes en el público. Ojalá haya una segunda. Esta vez, sin silbidos ni desubicados.
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